Bruselas está de vacaciones, pero el Sur sigue trabajando. A su manera

Bruselas está vacía. Nuestra Cámara común tiene  vacaciones. Una Comisión termina y la viene tardará en llegar. Y eso que en otoño se prevén grandes tormentas: el Brexit, las tensiones comerciales entre EEUU y China o la próxima Gran Crisis, para la que no hay medicamentos. Entretanto el Sur, el denostado Sur, sometido a un sol implacable, sigue trabajando, ¡qué caramba! Eso sí, a su manera.

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Lo cierto es que hace calor, mucho calor. No es que tengamos una ola de calor, como dicen ahora los estúpidos telediarios, es que estamos en agosto y lo normal es que las temperaturas sean altas. En febrero hace frío y los TDs dicen que llega una ola polar. Y para remacharlo, se van a hacer los directos a los puertos de montaña…

Bien, quedamos en que hace mucho calor, pongamos 38 a la sombra. Al sol nin se sabe, como se dice aquí en el dialecto local. Manolo, como llaman los castizos al astro rey, pega de lo lindo. Y encima, se escucha de fondo música de soleares para animar la cosa.

Estamos en el Sur. Así, en general. Hay muchos “Sures”. Uno, global, al sur de los Pirineos. Pero ya sabemos que para los nacionalistas catalanes, tan europeos ellos aunque no sepan que si salen de España se salen de la UE, el Sur de verdad es todo lo que queda por debajo de Tortosa. Bueno, pero si se incluyen los Países Catalanes (estoy escribiendo en castellano, no pongo London en lugar de Londres) la cosa se va más abajo, hacia Guardamar de Segura. Todo consiste en  quitarse ese sambenito, ese cruel estigma, de encima.  

Así que llegamos al Sur-Sur, es decir de Despeñaperros para abajo, una tierra que no es pobre. No hay más que ver, como ejemplo, la zona costera de Huelva en donde se suceden los campos de fresas, de arándanos o de naranjos,  un jardín que deleitaría a Abderramán III. Y si vas a los puertos te encuentras las glorias de Ayamonte o de Isla Cristina. Y si subes a la Sierra, entre encinas y bellotas, aparece una especie inigualable. Los hermosos pueblos blancos de calles largas y limpias y con nobles fachadas no tienen nada que ver hoy con la ruina de una Castilla hundida, el símbolo de la triste España vacía. Y lo dice un castellano, viejo por más señas. Quitando, evidentemente, los desiertos del sureste y los Parques Naturales y Nacionales, que los hay y muchos, cada metro cuadrado está aprovechado. No, aquí no hay una España vacía. Aquí en este Sur denostado y cargado de tópicos, se trabaja, pero esta tierra ha sido maltratada históricamente. En un tiempo, por los poderosos, los terratenientes, los señoritos. En las décadas recientes, por arribistas de carnet que dejaron la vieja ideología colgada en alguna percha al llegar al despacho y se constituyeron en una nueva clase, con coche oficial, ayudantes, muchos ayudantes, y tarjetas de crédito, muchas tarjetas, imitando a los antiguos señoritos. No han sacado a la zona ni de la crisis milenaria, ni del desempleo que sigue en un obstinado e histórico 30%, ni del tópico. No hay más que ver la televisión regional controlada, que siempre que le das al mando está con lo más cutre de la copla. Peor aún, esta nueva clase ha dejado un reguero de escándalos de corrupción, de amigotes, chupitos, gin&tonics, mariscadas y señoritas de compañía.

Lo mismo sucede con los nuevos alcaldes. Hace décadas, en la, por los “progresistas” denostada Transición, la gente llegaba a los Ayuntamientos con ideología y no cobraba. Hoy, es al revés, cobra pero no tiene ideología, va a lo suyo: primero, concejal y luego, alcalde; después, diputado autonómico y más tarde nacional para obedecer al jefe que le ha puesto en la lista. Se trata de calentar  el  asiento y seguir haciendo carrera, ahora en la de San Jerónimo.

Así que los nuevos regidores no se meten en mucho. Dejan que se destruya una casa más que centenaria  y que debería estar protegida. Pero, eso sí, el funcionario municipal, al cobrar la tasa, entrega la placa con las normativas para la obra: uso de de cascos, arneses, pantallas y demás. La placa queda a título decorativo porque en el Sur todo es diferente. Como en Nápoles, que también es Sur profundo, y en donde las señales de dirección prohibida no son más que indicativas, según  dicen los locales. No son obligatorias, se puede circular en dirección contraria y no pasa nada.

DSC00606Sí, la inteligencia y la sagacidad estas gentes les ha permitido sobrevivir en medio de condiciones muy duras, climáticas y políticas. ¡Cómo te vas a poner un casco! La temperatura que alcanzarían las neuronas provocaría un cortocircuito, vulgo golpe de calor. Y con las botas reforzadas, los pies se verían sometidos al mismo tratamiento que los langostinos poco antes de su ingesta. Nada como un sombrero de paja, o una pañoleta que recoge el sudor y unos pantalones cortos. Nada de normativa ajenas, bárbaras, nórdicas, germánicas, las ISO,  las DIN, las ITV y demás. Esos ingenieros septentrionales vienen luego y nos venden el diesel apestoso.

Dicen que Europa está alejada de la gente. Europa es múltiple  y habrá que acercarla al ciudadano. En este caso habría que modificar las normativas y adaptarlas al tórrido Sur, porque no es lo mismo trabajar en agosto en la construcción en Gotemburgo que en Écija. Así que sombrero de paja, pantalón corto y zapatillas con suela de esparto como vestido normativo por estas tierras. Y de fondo, música por soleares. Que el Sur también existe.

¡Ole, ole y ole!, como diría la Televisión regional

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