El Consejo Europeo del 23 de abril

consejo europeo 23aPese a los negros presagios de algunos oráculos, el Consejo Europeo aprobó íntegramente el programa de ayudas, créditos e inversiones que los ministros de Economía y Finanzas habían propuesto por valor de más de 540.000 millones de euros con una triple red de seguridad para trabajadores, empresas y Estados para paliar las graves consecuencias socioeconómicas de la pandemia:

        • 240.000 millones en créditos incondicionales del MEDE, a los que España ha renunciado.
        • 200.000 del BEI para inyectar liquidez a las Pymes.
        • 100.000 millones de ayudas de la Comisión (como préstamo) para un fondo de reaseguro temporal de empleo que entre otras medidas contribuirá a la ampliación de los ERTE en España y ayudar a los autónomos.
        • Y, además, la Comisión autoriza a los estados a gastar los fondos estructurales no consumidos, 37.000 millones, contra la COVID 19.

Pero el acuerdo más importante, por novedoso, ha sido la decisión unánime de crear un Fondo comunitario de Reconstrucción para reactivar la economía europea tras los estragos generados por el COVID-19. La propia Comisión aventura un montante en una horquilla entre 1 y 1,5 billones de euros, muy superior a lo que fue el Plan Marshall. Aunque, cualquiera sea la cifra, los euroescépticos profesionales siempre dirán que es tardía e insuficiente.

No olvidemos que, anteriormente, el 19 de marzo, el BCE lanzó un programa de 750.000 millones de euros –en palabras de Draghi “y todo lo que sea necesario”- para la compra de activos de protección de los países con una inyección de liquidez que evite un incremento de los intereses de su respectiva deuda interna. Sin olvidar su decisión de mantener un tipo de interés bajísimo que suministró oxígeno a las economías de los Estados miembros.

No olvidemos tampoco que la Comisión suspendió el Pacto de Estabilidad presupuestaria para los gastos derivados de la pandemia (los famosos topes del 3% del déficit y del 60% de la deuda), y que el Consejo Europeo de marzo  elevó igualmente el techo de gasto.

También fue una buena señal la compra conjunta de material sanitario suministrado a 25 Estados miembros, entre ellos España

No olvidemos que, anteriormente, el 19 de marzo, el BCE lanzó un programa de 750.000 millones de euros –en palabras de Draghi “y todo lo que sea necesario”- para la compra de activos de protección de los países con una inyección de liquidez que evite un incremento de los intereses de su respectiva deuda interna. Sin olvidar su decisión de mantener un tipo de interés bajísimo que suministró oxígeno a las economías de los Estados miembros.

No olvidemos tampoco que la Comisión suspendió el Pacto de Estabilidad presupuestaria para los gastos derivados de la pandemia (los famosos topes del 3% del déficit y del 60% de la deuda), y que el Consejo Europeo de marzo elevó igualmente el techo de gasto.

También fue una buena señal la compra conjunta de material sanitario suministrado a 25 Estados miembros, entre ellos España.

 

El Fondo de Reconstrucción.

Una vez amortiguadas las críticas y los malos presagios, el debate se centra ahora en la cuantía y composición del Fondo de Reconstrucción, a partir del principio de acuerdo y acuerdo de principios aprobado el 23 de abril, un acuerdo que es fundamentalmente político, en donde los 27 se han comprometido de forma irreversible a caminar juntos bajo la bandera de la Unión Europea. Todos vamos en el mismo barco y hemos chocado con un iceberg. Algunos quieren que se hunda, pero no les caerá esa breva. Según el Eurobarómetro, España es el país más proeuropeo, con un arrollador 84% de los consultados.

No será fácil y la negociación será compleja. Baste recordar que el Consejo Europeo está formado por los presidentes de los 27 gobiernos, que deciden por el viejo método intergubernamental que exige la unanimidad para resolver el sudoku y alcanzar la cuadratura del círculo.

Por mi experiencia de 12 años en el Parlamento Europeo, los 27 llegarán a un acuerdo intermedio y el Fondo será una mezcla de transferencias a fondo perdido y de créditos condicionados con bajos tipos de interés y largos plazos de amortización. Será en gran parte una modalidad de mutualización de la deuda, con base jurídica suficiente para una inversión mancomunada y gestionada por la Comisión, sin necesidad de reformar los Tratados, e integrada en los presupuestos propios de la UE en el Marco Financiero Interanual 2021-2027, para el que ya se aventura un crecimiento del 0,97 al 1,9% del PIB del conjunto de la UE y en el que el Parlamento Europeo tiene poder de codecisión.

Cabe descartar las propuestas de eurobonos a los Estados y de “deuda perpetua”, que el BCE tiene prohibidas y que no tienen respaldo de la mayoría de Estados miembros. Aquí no valen las enmiendas ficticias de postureo ni el estéril choque de trenes, ni el relato de “siervos” y “señores”, “buenos” y “malos”. Sólo vale negociar con inteligencia y aliados para conseguir la unanimidad de los 27 en torno a decisiones aceptables.

En ningún sitio atan los perros con longanizas, ni ofrecen barra libre ni nada es gratis total.

 

Una negociación compleja hacia un acuerdo unánime.

No seamos pesimistas. Todos se mueven hacia un acuerdo. El Parlamento Europeo, la Comisión. Italia ha abandonado su intransigencia sobre los eurobonos, Holanda ha suavizado su discurso. Y no parece acertada la reducción del debate a un supuesto enfrentamiento entre el “Norte” y el “Sur”. Efectivamente, partimos de la convergencia entre España, Portugal, Francia e Italia, pero también con Irlanda, Bélgica, Luxemburgo, Eslovenia y la no oposición de los Países Bálticos (Estonia, Letonia y Lituania). Como en otras ocasiones, Alemania jugará un papel arbitral moderador, dialogando con Holanda, Austria, Dinamarca y los Países Escandinavos, todos ellos interesados en el éxito del mercado único interior del que son beneficiarios. También nosotros deberíamos ponernos en la piel de los alemanes, que sacrificaron la solidez del marco por el euro, consintieron un esfuerzo descomunal para la unificación de la República y hoy contemplan la crisis, el recorte de pensiones, el alto nivel de desempleo en varios Länder, el crecimiento de la extrema derecha, y que no quieren perder su status en la UE, algo cada vez más improbable.

Y todo ello, cuando la UE carece de competencias directas en materia sanitaria, algo que corresponde a los Estados y Regiones, salvo en caso de catástrofes, donde los artículos 168 y 222 del Tratado de Funcionamiento le permiten una intervención coordinada de las instituciones. Efectivamente, la Unión Europea es un proceso en construcción, una Unión de Estados y ciudadanos zarandeada por el auge de los nacionalismos, que avanza a trompicones en sentido federal, frenada por el derecho de veto, con una Unión Bancaria pendiente de completar, un Presupuesto insuficiente, una Unión Fiscal y un Tesoro inexistentes por la oposición mayoritaria de los Estados, celosos de su soberanía. Como dice la líder y referente de los Verdes europeos, Anne Applebaum, “la crítica a la UE es injusta porque no tiene competencias en salud pública, que depende de las autoridades estatales”.

Es paradójico y contradictorio que quienes se oponen a la UE por sistema; quienes preconizan el repliegue nacional, el Spanexit y la salida del euro, volviendo a la peseta, al maravedís o al blanco de vellón; quienes proponen al Brexit como ejemplo de los “inteligentes ingleses” que pueden poner en marcha la fábrica de billetes; los soberanistas de toda laya que se niegan a compartir soberanía en la Unión, sean los más belicosos en reprocharle sus carencias competenciales. No se puede criticar a la vez una cosa y la contraria.

Espoleados por la crisis del COVID-19, Salvini, Le Pen, Horvath y otros, endosan a “Bruselas” las peores decisiones de sus gobiernos nacionales y extreman sus ataques a la UE, picados por el virus político del que ya estaban infectados. Por todas partes inoculan bilis y bulos contra la Unión, que con su “moneda extranjera” solo nos trae miseria, “sufrimientos físicos y psíquicos”, “dependencia”, “extrema derecha” y “guerra” (dixit Monereo).

Por mucho que abunden las Casandras y los profetas del pasado, los capitanes “A posteriori”, no hay solución para España fuera de la UE; aquí no hay más Plan Marshall que la Unión. Pero también para Europa la salida de la crisis es cuestión de supervivencia.

A quienes desesperan, cabe recomendarles paciencia. El 6 de mayo la Comisión van den Leyen presentará al Consejo Europeo su propuesta detallada para el Fondo y veremos si los presidentes de gobierno son capaces de conciliar posiciones para un acuerdo unánime.

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