La crisis, una oportunidad para el fortalecimiento de la UE

 

crisis euro1LAS MEDIDAS APROBADAS HASTA AHORA POR LA UNIÓN EUROPEA SE ELEVAN A 540.000 MILLONES DE EUROS

 

Pese a las críticas a contrario, nunca las instituciones de la UE habían sido tan rápidas en reaccionar como en su respuesta frente a la pandemia. La crisis iniciada en 2008 partió de las hipotecas-basura en EEUU y se propagó como un virus que se instaló en Europa. EEUU salió de la crisis con medidas enérgicas de inversión, pero la UE se equivocó con sus políticas de austeridad, hasta el punto de que en 2019 sólo crecía al 1% y España al 2,3%.

Si algo está claro es que no saldremos de ésta sin la intervención de la UE, sin su aportación para la salida de una de las crisis más severas y complejas en la Historia de la Humanidad. Una crisis sin precedentes, de origen sanitario, pero que está provocando un colapso de la economía mundial, la paralización de la producción, de la oferta y de la demanda, en una fase en que los precios de las materias primas -incluido el petróleo, con precios negativos- se han hundido. Con una caída del PIB que durará unos dos años al menos, más del 3% en la economía-mundo y un 6% en las economías principales salvo China, donde el PIB bajará, pero no será negativo. Y con un descenso de entre el 7 y el 8% en la UE. Con una crisis financiera y una purga en los mercados de acciones y bonos que en dos semanas ha superado la que duró varios años a partir de 1929.

El impacto en la economía española

Ahora las economías periféricas de la Unión (Italia, Grecia, España y Portugal) son las que más están sufriendo. Italia y España con los partidos enfrentados y gran inestabilidad política.

En España, la economía se ha contraído más del 5% en este primer trimestre y en todo el año podría caer en torno al 12% con tasas de desempleo del 20%, bajada de la recaudación fiscal y escalada del déficit y de la deuda pública.

Tenemos una economía frágil, centrada en turismo y servicios, que necesitan que la gente se mueva. En 2019 España fue récord mundial con la llegada de 83,7 millones de turistas extranjeros, que aportaron el 14% del PIB y un porcentaje mayor de empleo. El montaje y componentes de automóviles, que ya arrastraba una caída de la demanda en el segundo semestre de 2019, ha sufrido un parón por la pandemia. Además, España tiene 3.570.000 empresas de las que el 37% son microempresas con poca resistencia y alta tasa de mortandad. Y arrastramos un mercado de trabajo dual, fijo decreciente y temporal creciente, fácil de despedir, si no fuera por los ERTE. Aunque la deuda pública es asumible, la privada es excesiva. Las exportaciones (que representan el 34% del PIB) sufren las restricciones de la pandemia, el 60% de nuestras exportaciones van a otros países de la UE, cuya demanda se está hundiendo. De otra parte, nuestras finanzas públicas son endebles y tienen un escaso margen de intervención para el estímulo presupuestario.

Es cierto que el Gobierno ha tomado importantes medidas económicas, sanitarias y sociales, de gasto social y sanitario, de liquidez o avales a las PYMEs o de subsidios a las empresas para que no prescindan de sus trabajadores. Pero en términos del PIB España ha invertido mucho menos que Francia o Alemania. Alemania ha invertido el 25% del PIB porque sus finanzas públicas están saneadas. España arrastra un déficit público del 2,64% y una deuda pública en torno al 98% del PIB. Alemania y Portugal gozan de estabilidad política y de lealtad de la oposición, cohesionada en un mismo objetivo para minimizar el daño a sus ciudadanos. Italia y España se encuentran en crisis política permanente.

Las decisiones de la Unión Europea

Las instituciones europeas trabajan a toda máquina, con el firme respaldo de la gran mayoría del Parlamento Europeo y el total de sus tres principales fuerzas políticas, que son las que gobiernan en 25 de los 27 Estados miembros.

Baste recordar como antecedente que la Comisión Europea liberó a los Estados miembros del corsé del Pacto de Estabilidad y sus límites (el 3% de déficit y el 60% de deuda sobre el PIB) para todos los gastos frente a la pandemia.

El Banco Central Europeo, tras el anuncio de su presidente Mario Draghi el 19 de julio de 2012 (“Haré todo lo que está en mi mano para defender el euro”) bajó los tipos de interés del 8 al 1% actual. Gracias a nuestro “primo Zumosol”, el BCE nos está facilitando liquidez tras incrementar su compra de deuda y bonos en los mercados hasta unos 750.000 millones de euros iniciales, de tal modo que el factor de riesgo de nuestras emisiones de deuda es nulo, con unos intereses bajísimos, conteniendo la especulación de las primas de riesgo.

Más allá de la sombra política que arroja, el reciente dictamen del Tribunal Constitucional Alemán -que no se refiere a las decisiones actuales del BCE sino a su compra de bonos en años anteriores del programa PEPP lanzado en 2015- no tiene base jurídica alguna para frenar las decisiones actuales del BCE, avaladas por el Tribunal Europeo de Justicia, que es una instancia superior a la que el tribunal alemán debe plegarse. Así se lo ha recordado la presidenta Christine Lagarde, habida cuenta que el BCE es una institución independiente de los gobiernos y de los lobbies.

La Comisión Europea está cumpliendo satisfactoriamente sus funciones. Con su Plan SURE ha liberado 100.000 millones de euros a fondo perdido en ayudas al empleo, por ejemplo, un 25% podrían entregarse a España para pagar los ERTE, disponibles a partir del 1º de junio.

El Banco Europeo de Inversiones (BEI), que es un banco de desarrollo dependiente de la Comisión Europea, puede endeudarse pues dispone de fondos potentes. Ya ha liberado 200.000 millones de euros en créditos y avales.

No olvidemos que tanto la Comisión como el BEI tienen una enorme capacidad de endeudamiento con una calificación triple A (AAA) muy superior a la que tiene cualquier Estado miembro por separado. Además, el BCE comprará la mayor parte de la deuda generada.

El Eurogrupo (ministros de Economía y Hacienda de la zona euro) decidió el 9 de abril liberar 240.000 euros del Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE) en créditos para gastos sanitarios directos e indirectos en la lucha contra el COVID-19 hasta el 2% del PIB de cada país beneficiario. El 8 de mayo el Eurogrupo ha precisado las normas de estos préstamos, que nada tendrán que ver con las condiciones de ajustes macroeconómicos de rescate ni serán supervisados por los “hombres de negro”. Los préstamos serán incondicionales, a un tipo de interés simbólico del 0,1% a devolver en diez años. España ya ha anunciado que no piensa acudir al MEDE, al menos por ahora, porque tiene liquidez suficiente y puede seguir obteniendo préstamos en el mercado internacional con cláusulas muy favorables. En la última subasta de deuda, hace dos semanas, España emitió 15.000 millones de euros y ya van 35.000, sin problemas de financiación. De todos modos, España tiene hasta el 31 de diciembre de 2021 para decidir si quiere acceder a esos préstamos.

Las medidas aprobadas hasta ahora por la Unión Europea se elevan a 540.000 millones de euros.

Ahora quedan por dilucidar la cuantía y los contenidos del Fondo de Recuperación Económica, cuya creación fue aprobada por el Consejo Europeo del 23 de abril, desarmando la amenaza holandesa de los países “frugales” que se amparan en argumentos de índole moral, como la fábula de la cigarra y la hormiga, olvidando que Holanda sigue siendo un paraíso fiscal. La creación del Fondo dio lugar a una áspera confrontación en el seno del Consejo Europeo, no entre Norte y Sur, ni entre Este y Oeste, pues las coincidencias se dieron entre países escandinavos, Austria, Dinamarca y Holanda –por un lado- y países diversos como los del Sur, los Estados bálticos, Irlanda, Luxemburgo, Bélgica y varios países orientales como Eslovenia, Eslovaquia, Croacia o Rumania -por otro-, con Alemania -que también atraviesa graves dificultades sociales en varios Länder- como árbitro de la polémica. Tampoco es una lucha entre derecha e izquierda, pues gobiernos como el de Suecia, Finlandia, Dinamarca o incluso Alemania, están gobernados o cogobernados por socialdemócratas o verdes.

La ridícula propuesta de armar un “muro latino” o frente Sur contra el Norte está condenada al fracaso, porque este juego no es un enfrentamiento entre hinchas en las gradas de un estadio de fútbol. La Unión no funciona con choques de trenes, sino con grandes acuerdos. Bien es sabido que “cuando dos elefantes se pelean, quien más sufre es la hierba que pisan”.

La Comisión Europea ha sido mandatada por unanimidad para presentar una propuesta concreta. Se habla de unas ayudas de entre 1 y 1,5 billones de euros, una cantidad que deja en ridículo al Plan Marshall. Nueve de los veintisiete Estados han propuesto que se adjudiquen mediante la emisión de eurobonos. España e Italia desearían que se consideren como deuda perpetua, aunque lo más probable es que, como ha anunciado el comisario de Economía Paolo Gentiloni, se adopte una solución intermedia, mediante un mix de subvenciones a fondo perdido y otra parte en créditos ventajosos, con una importante novedad: las emisiones de deuda estarían respaldadas solidariamente por la Unión Europea en el Marco Financiero Plurianual (2021-2027) del presupuesto de la Unión Europea, para cuya ampliación se ha producido un consenso por el que el presupuesto se duplicaría y podría pasar del 0,9% al 1,8% del PIB europeo.

Queda por resolver el espinoso asunto de la liberalización temporal de las ayudas de Estado a empresas nacionales o internacionales, como está siendo el caso de la industria aeronáutica o automovilística, que están distorsionando las reglas de la competencia al beneficiar a los Estados con mayor capacidad de inversión en detrimento de los que tienen menor potencia financiera, como es el caso de España. Baste apuntar que Alemania ya ha financiado a sus empresas con el 50% del total de ayudas aportadas hasta ahora en el conjunto de la Unión. Por eso hace falta que el viento sea el mismo para todas las velas.

Los deberes pendientes de España

El papel de la Unión es decisivo para España. Hasta en el Plan “Horizonte País” de Izquierda Unida para la reconstrucción se reconoce que su financiación fundamental vendrá de la tan injustamente denostada Unión Europea. En comparación, las medidas fiscales españolas que se proponen en ese Plan son marginales, con poca capacidad recaudatoria. Sin la financiación europea, nuestro Plan se va al garete.

La confrontación cainita entre la coalición de gobierno y dos de las tres derechas, sumada al electoralismo de los independentistas catalanes y al tradicional oportunismo del PNV, emulando el cuadro de “Los garrotazos” de Goya, no augura nada bueno para un gran acuerdo estatal en la Comisión Parlamentaria que en los próximos dos meses intentará proponer un Plan de Reconstrucción social y económica para España, como sería deseable.

Las medidas sanitarias son prioridades absolutas. España debe incrementar los recursos humanos y materiales del Sistema Nacional de Salud para hacer frente a la presente pandemia y a sus probables réplicas hasta que se disponga de una vacuna. Lo más urgente está en el refuerzo de los Centros de Atención Primaria y la reconversión de las Residencias de Mayores con modelos seguros (cooperativas, complejos asistidos…), dada la longevidad creciente de nuestra población.

El verdadero problema no es encontrar más fondos, ya sean españoles o europeos, sino tener la capacidad de gastarlos, de llevarlos rápidamente a su destino. Las Comunidades Autónomas, el gobierno y los agentes sociales deben ir preparando proyectos concretos para aprovechar hasta el último céntimo que nos está siendo asignado.

El gobierno debe tomar las medidas pertinentes que obliguen a los bancos a acelerar el flujo a las empresas y a los trabajadores de la liquidez proporcionada por la UE. También debe impartir las orientaciones adecuadas para que las subvenciones y préstamos del Fondo de Recuperación se inviertan en la reindustrialización y modernización de la economía, el control de empresas sanitarias estratégicas, en el marco de la estrategia de transición energética, ecológica y digital, con un papel reforzado de los presupuestos en I+D (la inversión pública no llega al 2% del PIB y la investigación privada se limita a algunas grandes empresas y multinacionales radicadas en España, debido a la estructura empresarial española, basada en las PYME). La Agenda 2030 y el Green New Deal ofrecen un marco de transformación del modelo actual. También debemos penalizar los depósitos y la deslocalización de rentas en paraísos fiscales, aumentar progresivamente la presión fiscal hasta alcanzar la media europea, combatir el fraude y aflorar la economía sumergida. Tras la crisis de 2008 el Estado saneó el sistema bancario con una ingente inversión de la que los bancos aún deben 60.000 millones de euros que tendrán que devolver.

El Gobierno ha de prevenir el riesgo de que entidades extranjeras aprovechen la crisis para comprar empresas españolas que ahora están cotizando en Bolsa a precio de saldo.

España fue en 2019 la segunda potencia turística mundial, con unos 84 millones de turistas extranjeros. Pero necesita una renovación de la oferta hacia el turismo cultural y de alto consumo, completando el turismo masivo de playa y hoteles baratos.

Profundizar en la integración europea

Es paradójico y contradictorio que quienes se oponen a la UE por sistema, quienes preconizan el repliegue nacional, el Spanexit y la salida del euro, volviendo a la peseta, al maravedís o al blanco de vellón, quienes proponen al Brexit como ejemplo de los “inteligentes ingleses” que pueden poner en marcha la fábrica de billetes, los soberanistas de todo pelaje que se niegan a compartir soberanía en la Unión, sean los más belicosos en reprocharle su lentitud, la insuficiencia de su ayuda y sus carencias competenciales. No se puede criticar a la vez una cosa y la contraria.

Los populistas de toda laya propugnan el retorno a las anacrónicas soberanías nacionales. Los más retrógrados abogan incluso por salir del euro, de la Unión Europea y de la Vía Láctea. Pero el tiempo se acaba para las políticas de campanario. Salir de la UE no supondría sólo pegarnos un tiro en el pie sino en la cabeza. Por el contrario, la crisis ha puesto de relieve la urgencia de profundizar la Unión Económica y Monetaria con la Unión Bancaria, la convergencia fiscal con impuestos europeos, la cohesión social, y, por ende, la Unión Política, compartiendo competencias en aplicación del principio de subsidiariedad. Para avanzar hacia estos objetivos se requiere una nueva reforma de las instituciones en un sentido federalizante, frente al paralizante derecho de veto que dificulta una reacción rápida, como ocurrió en la crisis de 2008, en la del euro y en la de los refugiados, todo ello debido al electoralismo de los gobiernos representados en el Consejo Europeo.

La Comisión Europea, que hoy sólo tiene competencias delegadas, debe convertirse en el gobierno de la Unión, con el Parlamento Europeo y el Consejo como cámaras legislativas, como propone el Movimiento Federal Europeo.

Aunque la base de la Unión debe seguir siendo común, no cabe descartar un avance a varias velocidades, ya existentes con la Eurozona, la libre circulación de Schengen, las cooperaciones reforzadas o la Política Exterior, de Seguridad y de Defensa común.

Conclusiones

1) De esta crisis no se puede salir sin la intervención de la Unión Europea
2) La crisis es una oportunidad para el fortalecimiento de la UE
3) La necesidad de impuestos europeos
4) Un amplio acuerdo político fortalecería la eficacia de la recuperación y nuestras posiciones en la Unión Europea.

Espoleados por la crisis del COVID-19, Salvini, Le Pen, Horvath y otros endosan a “Bruselas” las peores decisiones de sus gobiernos nacionales y extreman sus ataques a la UE, picados por el virus político del que ya estaban infectados. Por todas partes inoculan bilis y bulos contra la Unión, que con su “moneda extranjera” solo nos trae miseria, “sufrimientos físicos y psíquicos”, “dependencia”, “extrema derecha” y “guerra”. Por mucho que abunden las Casandras y los profetas del pasado, los capitanes “a posteriori”, no hay solución para España fuera de la UE. Aquí no hay más Plan Marshall que la Unión. Pero también para Europa la salida de la crisis es cuestión de supervivencia. Los nuevos Nostradamus vaticinan la muerte de la UE. Pero “los muertos que vos matáis gozan de buena salud”, como escribió el dramaturgo Corneille en su obra “El mentiroso”.