Vuela alto, vuela barato, ¡Adiós Copenhage!

friburgoCarcasona, la ciudad amurallada, feudo de los cátaros, era un pequeño enclave dormido en el sur de Francia. Era. Los vuelos baratos hasta su aeropuerto desde Bélgica o Inglaterra han cambiado la vida de la localidad, hasta ahora aislada.
Por el precio de un alquiler anual, un londinense puede comprarse aquí una bonita casa. Las consecuencias: subidas de precios de las viviendas, aunque también más empleo.
Decía Ortega que las masas habían invadido la calle. Se quedó corto. Ahora invaden los cielos gracias a los vuelos de bajo costo que permiten fines de semana baratos, compras y copas en Barcelona, noches de tabernas en Riga, o de cervecerías en Praga.
Aunque en inviernos crudos como éste, en medio del cambio climático, decenas de miles tengan que esperar varios días tirados en los aeropuertos para cumplir su sueño.
La liberalización del espacio aéreo europeo, hace doce años, y la explosión de Internet han “democratizado” los vuelos. Hoy, las compañías de bajo costo copan casi un tercio del mercado europeo.
El campeón sigue siendo Ryanair desde su revolución a comienzos de la década. En el año 2000, los irlandeses transportaron a siete millones de pasajeros. Este, a 66; en tres años esperan alcanzar los 100 millones. Todo a cambio de poco servicio, poco confort y destino a aeropuertos alejados.
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A pesar de la crisis, la compañía irlandesa obtendrá este año unos beneficios de 200 millones de euros. El futuro del espacio aéreo europeo está en los vuelos de bajo costo, aunque algunas empresas se hundan como estamos viendo estos días. Las grandes compañías lo tienen muy claro.
Pero, ¿quién piensa en la contaminación? ¿esto es Copenhague?
Según la Agencia Europea del Medio Ambiente, las emisiones contaminantes de la aviación han aumentado en un 85% en diez años. Se estima que el sector podría ser el causante del 15% de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero a mediados de este siglo.
Hay países, ciudades y, sobre todo, ciudadanos que piensan y actúan de otra manera. Friburgo, en el sur de Alemania, está considerada como una de las ciudades más “verdes” del mundo. Sus habitantes son famosos por el “cycling and  recycling”, es decir por utilizar la bicicleta, 400 kilómetros de pistas, y reciclar. En vez de tomar un vuelo de bajo costo se van a dar una vuelta por la vecina y bellísima Selva Negra. También es cierto que tienen ese privilegio.
Friburgo tuvo la “ventaja “de ser totalmente destruida por los bombardeos aliados durante la II Guerra Mundial y hubo que rehacerla de nuevo. Pero a base de calles peatonales y  tranvías como transporte público.
Esa importante ciudad universitaria alemana fue una de las cunas del movimiento de los Verdes en los años 80, una respuesta a una industrialización excesiva y contaminante, y empezó a legislar para construir casas de bajo consumo en la década siguiente. Posee el mayor número de instalaciones medioambientales de la Unión Europa. Mientras una casa media alemana necesita 220 Kw/ hora por metro cuadrado y año, en Friburgo el consumo está en 15,  gracias a aislantes que llegan a tener 30 centímetros de espesor.
Desde 2002, es la única gran ciudad alemana que cuenta con un alcalde de los Verdes.
En algunas guarderías siguen el método Steiner. No hay juguetes. Los niños se lo tienen que montar con lo que encuentran en el campo, palos y hojas. Siguen el ciclo de la naturaleza. Cuando pasean por el bosque, miran al cielo y preguntan a sus padres por las estelas que dejan los aviones en el cielo, sobre los árboles. ¿Y eso que es? Son vuelos de bajo costo, responden los progenitores. ¡Ah!, dicen los niños.
No entienden todavía que, entre los humos de los aviones, de las fábricas, de las centrales, de los coches, la Selva Negra lleva décadas degradándose.
Y esto no es un cuento de Navidad melancólico o ecológico. Es lo que está pasando.
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