Una pandemia cultural: el impacto de la COVID-19 en la industria creativa

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Publicado originalmente en VoxEurop.eu. Traducido por Nerea Vidana Vargas

La COVID-19 ha tenido como consecuencia que las industrias culturales y creativas pierdan más del 30 % de sus ingresos en comparación al año pasado. Miles de artistas de numerosos países de la UE se han quedado sin recursos. Además, la crisis ha desvelado las desigualdades estructurales existentes en el sector.

La COVID-19 está cambiando las industrias culturales y creativas (CCI, por sus siglas en inglés) en Europa de manera definitiva. Esta frase resume de manera bastante escueta el informe de 27 páginas publicado por Ernst & Young (EY) en enero de 2021 y encargado por la Asociación Europea de Autores y Compositores (GESAC).

El informe representa tanto los rasgos de las CCI en Europa, como el impacto que ha tenido la COVID-19 en las mismas. Las CCI son un sector económico que comprende las siguientes industrias: artes visuales, música, audiovisuales, artes escénicas, publicidad, arquitectura, literatura, periódicos, revistas, la industria de los videojuegos y la radio.

Existen algunos datos básicos de los que quizá no se haya informado en los últimos años, a saber: las CCI representan un asombroso 4,4 % de la economía europea si se mide el valor económico añadido como parte del PIB global. El documento 1 muestra los valores absolutos en miles de millones de euros de los distintos sectores de la economía europea.

En cierto modo, resulta sorprendente que las CCI tengan un mayor impacto en nuestra economía que sectores como la agricultura, la silvicultura y la pesca, los textiles, el cuero y la confección, las telecomunicaciones, el sector aeroespacial, los productos químicos, la extracción del petróleo y gas, los bienes de alta tecnología y los productos farmacéuticos. Según EY, en 2019, las actividades principales de las industrias culturales y creativas contrataron a 7,6 millones de personas en la UE. Entre 2013 y 2019, la mano de obra de las CCI tuvo una tasa de crecimiento del 1,9 %, una tasa superior a la tasa media que mantiene el resto de sectores en la economía general (1,3 %). Como muestra el documento 2, a finales de 2019, las CCI empleaban a más personas que la industria automotriz o la industria química.

En las CCI, solo cuatro sectores dan empleo a más de un millón de personas, a saber: las artes visuales, la música, audiovisuales y las artes escénicas. Juntos representan casi el 70 % del total de los 7,6 millones mencionados anteriormente (véase la figura 2). Al valor que las CCI representan internamente para la economía europea en términos de valor añadido y potencial de empleo, se suma la contribución de las CCI al poder de persuasión de Europa en el mundo. 

Sin embargo, la COVID-19 ha sido un completo desastre para las CCI. Según el análisis de EY, en 2020 los ingresos totales generados por el sector se desplomaron de 643 a 444 mil millones de euros, es decir, más de un 30 %. El documento 3 muestra —basándose en las estimaciones de EY—, el desplome de las CCI en comparación con otros sectores de la economía europea. Con una pérdida prevista del 31 % en relación con sus ingresos de 2019, el sector de las CCI es uno de los más afectados por la COVID-19 en Europa. Solo el sector del transporte aéreo precede las pérdidas de las CCI en esta sombría clasificación (-31 %). Sin embargo, las CCI podrían sufrir más que el turismo (-27 %) y la industria automotriz (-25 %). Es importante subrayar la relación entre cultura y turismo: según la Comisión Europea, el turismo cultural representa el 40 % del turismo general en la UE.

Gracias a las estimaciones de EY, es posible comprender qué sectores pertenecientes a las CCI serán los más afectados, a saber: la industria musical y las artes escénicas. El documento 4 que aparece a continuación desglosa el descenso estimado de las CCI por diferentes sectores económicos. Resulta interesante ver cómo, pese a un desplome generalizado de todos los sectores que forman parte de las CCI, la industria de los videojuegos parece aumentar sus ingresos, lo que puede estar directamente relacionado con las características de sus productos que suelen estar diseñados para ser utilizados en casa.

«La situación de los teatros, y de las artes escénicas en general, es desastrosa», afirma Heidi Wiley, directora ejecutiva de la Convención Europea del Teatro (ETC). La ETC fue fundada en 1988 y es la mayor red de teatros públicos europeos. Se creó para promover el teatro dramático contemporáneo, apoyar la movilidad de los artistas y desarrollar el intercambio artístico en toda Europa y fuera de ella. Cuenta con 44 miembros europeos de más de 25 países. «Dentro de la cultura, las artes escénicas son las que más han disminuido sus ingresos», recuerda Wiley, y precisa que «existen graves repercusiones para las personas que trabajan en el teatro. Los teatros de muchos países están cerrados y todo su personal está de baja».

Las palabras de Wiley se aplican a la totalidad del Viejo Continente. En los últimos meses, la prensa europea se ha visto inundada de artículos de opinión escritos por empleados del sector. En el sur de Chipre, Vasos Argyridis, el director del teatro Pattihio de Limassol, ha publicado una carta pública en la que pone de manifiesto la degradación de la cultura y del trabajo artístico en toda Europa como consecuencia de la COVID-19.

Sin embargo, el impacto en el sector va más allá del cierre de los locales, ya que también conllevará problemas una rápida reapertura de los mismos. «Con tantos teatros cerrados, se produce un efecto de “acumulación de la producción”. Los espectáculos programados para primavera de 2020 y para invierno de 2020/2021 se han pospuesto después de haberse producido. Cuando los teatros vuelvan a abrir, habrá una capacidad de público reducida y menos espacio en los programas para cualquier obra “nueva” o “no probada”. Esto significa que habrá menos oportunidades para la próxima generación de artistas que quieran desarrollarse. El estancamiento de la actividad teatral no solo significa dificultades financieras, sino también una amenaza para los cimientos de una escena teatral sana, con una nueva generación de artistas próspera y una gama diversa de personal, actuaciones y actores.»

Según los datos estimados por EY, la industria musical parece ser el segundo sector más afectado dentro de las CCI. En marzo de 2021, la Federación Internacional de Músicos (FIM), una organización que representa a los músicos profesionales en 65 países de todo el mundo y en todos los Estados miembros de la UE, publicó un informe en el que se describen el impacto que ha tenido la COVID-19 en el sector, así como las respuestas que han tenido los gobiernos de todo el mundo. Según el secretario general de la FIM, Benoît Machuel, la crisis de la COVID-19 ha sido «la peor de todas» en los últimos tiempos. Su análisis se ve respaldado por los informes de The Guardian, según los cuales la industria musical británica podría reducirse a la mitad en 2020. Del mismo modo, el medio finlandés Yle prevé que la industria musical del país se reducirá un 75 % en 2020.

«Necesitamos el apoyo del público en general. Todo el mundo ama la música. Si se detuviera toda la música de repente, nos volveríamos locos. Se da por sentado que la música sale de nuestro teléfono con solo tocar la pantalla. A veces, no nos damos cuenta de la cantidad de trabajo y talento que requiere crearla ni de que, cuando pagamos por escuchar música, el dinero o no llega al artista o tan solo le llega una pequeña parte.»

Benoît Machuel

Sin embargo, algunos piensan que la COVID-19 ha sido el último problema en una cadena de acontecimientos críticos en el sector. En lo que respecta al sector de la música en vivo, en los últimos años «muchos gobiernos de países europeos han decidido reducir la destinación de fondos públicos a la cultura» afirma Machuel. Esto tiene un impacto significativo, ya que, a diferencia de lo que ocurre en Estados Unidos y Canadá, la industria cultural europea siempre se ha financiado con fondos públicos. «En Italia, por ejemplo, la situación ha sido realmente difícil en los últimos quince años, ya que se han reducido considerablemente los fondos destinados al sector de manera progresiva.[...] Cuando se trata de la industria discográfica, es necesario preguntarse quién gana el dinero. Pues bien, son los intermediarios—las empresas de telecomunicación, los fabricantes de aparatos—, y la industria fonográfica —los que producen las grabaciones y venden los derechos a los distribuidores—».

Además, la música se distribuye cada vez más en internet, a través de plataformas de streaming. El problema es que «estos sistemas de distribución se basan en el sistema de derechos exclusivos», lo que significa que los artistas tienen que autorizar el uso de sus grabaciones. «En el momento en que se firma un contrato con un productor discográfico, estos derechos se transfieren al productor a cambio de una suma global —por lo general, este es el caso de los artistas menos destacados, cuyo nombre no aparece en la portada— o de derechos de autor —en el caso de los artistas destacados—.»

(In)equidad de los modelos de negocio

Lo verdaderamente importante es que, durante la crisis de la COVID-19, al cancelarse los espectáculos en directo, todos los músicos han estado recibiendo ingresos únicamente por estas vías. «Los ingresos son muy escasos. Nos hemos dado cuenta de que el dinero que llega a los artistas por el uso de sus grabaciones en internet es insignificante. Y esto debe cambiar», añade Machuel. Nadine Shah, compositora nominada al premio Mercury, ha expresado públicamente opiniones similares en The Guardian. Shah recuerda cómo #BrokenRecord y #FixStreaming se han convertido en hashtags de referencia en el debate que se ha llevado a cabo en Twitter sobre la (in)equidad de los modelos de negocio de las plataformas de streaming con motivo de la COVID-19.

De hecho, resulta, en cierto modo, paradójico que en una crisis como la de la COVID-19, en la que la gente se ha relajado en casa escuchando música en streaming, las mentes creativas que están detrás de estos temas hayan sido tan afectadas. «Es un momento idóneo para entender el desequilibrio que hay en el sistema», dice Machuel. «Necesitamos el apoyo del público en general. Todo el mundo ama la música. Si se detuviera toda la música de repente, nos volveríamos locos. Se da por sentado que la música sale de nuestro teléfono con solo tocar la pantalla. A veces, no nos damos cuenta de la cantidad de trabajo y talento que requiere crearla ni de que, cuando pagamos por escuchar música, el dinero o no llega al artista o tan solo le llega una pequeña parte.»