De la desidia a la abulia, pero les salió mal

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Un 45 por ciento de participación. Digamos que el electorado no ha comprendido por qué estas elecciones eran diferentes.  Digamos que esta vez la abstención era crítica (“han ayudado a los bancos, no a la gente”) y no por desconocimiento del verdadero poder de las instituciones comunitarias; y concluyamos que aquellos que habíamos preconizado que precisamente por eso era una abstención combatible y unos abstencionistas recuperables para la participación, hemos fracasado. No hemos logrado sacar a la ciudadanía de la desidia en que se encontraba.

Claro que hay un aspecto de la cuestión que se nos escapa a los europeístas: ¿Qué ha hecho la clase política para sacudir la apatía del electorado? La respuesta es nada. Una clase política abúlica, enganchada a los manuales de campaña y lanzando a los cuatro vientos frases para imbéciles, alejadas por completo del sentido común y del nivel medio de la ciudadanía. Eslóganes de consumo interno para la militancia más acérrima y acrítica, la militancia de bolsillo, la que se lleva y se trae en autobuses para arropar al líder en el mitin que las cámaras del partido ofrecerán, con realización a la carta,  a las grandes cadenas de televisión.

Voto de Castigo

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Las elecciones europeas han volcado el futuro de España. Y de los españoles. Tras abrirse las urnas, PP (16 escaños; -8) y PSOE14, -9)  han visto cómo el bipartidismo ha pasado a la historia y el voto de castigo ha beneficiado a las izquierdas antisistema y a los separatistas catalanes y vascos. La primera víctima es Alfredo  Pérez Rubalcaba que ha convocado un congreso extraordinario para entregar la gestión del naufragio socialista a otra nueva dirección que tendrá que radicalizarse obligatoriamente para sobrevivir.

El Partido Popular ha obtenido una amarga victoria ganado unas elecciones que, con buen criterio, no celebró en Génova, 13. Mariano Rajoy ha señalado con la cachaza que le caracteriza que “hemos perdido muchos votos y hay que darle una vuelta”. - Díganos cómo, señor presidente. Eso significa, claramente, que el PP no iba en la dirección correcta.

La secretaria general, presidenta del PP regional y de la Comunidad  María Dolores de Cospedal, ha anunciado un Plan de acción para recuperar a los votantes que se fueron y a los abstencionistas y “un esfuerzo de pedagogía y comunicación” para explicar la acción política. Que comience prescindiendo del gurú  Arriola y ni una rueda de prensa más sin preguntas. Ya sabe las respuestas.

ANÁLISIS DE URGENCIA. En primera lectura, comprobamos cómo Podemos, formación que lidera Pablo Iglesias, ha obtenido 5 escaños en apenas tres meses de vida pública. El mediático profesor de la Complutense ya ha anunciado de qué forma va a utilizar sus votos: “en echar del poder al PP y al PSOE”. Pide, además, un salario máximo, una renta básica, jubilarse a los 60 y no pagar la deuda pública. No dice cómo ni quién va a pagar tanta fiesta demagógica.  Sus modelos económicos y sociales son Venezuela e Irán. Sin comentarios.

La Duda

Votar o no votar, he aquí la cuestión.

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¿Qué es más digno para el espíritu, sufrir los golpes y dardos de la insultante fortuna, taparse las narices después de decenas de promesas incumplidas y aceptar, como dice el gobierno, que estamos en la senda de la recuperación, o taparse también  las narices y votar en contra, aunque sean pocos los partidos que tengan discurso político, aparte de acusaciones puntuales de machismo, y que no han entrado en la senda de regeneración democrática, porque siguen teniendo imputados en sus cargos. O tomar, quizá, las armas (democráticas, eso sí) contra océanos de calamidades y, haciéndoles frente, acabar con ellas?

 

Ah, querida Ofelia, después de cinco años agotadores, muchos de los ciudadanos de Europa desearían mandar a toda  la clase política al fuego del infierno y al tormento, como dice esta semana The Economist. Pero eso no es posible.

 

¿Votar, dormir el día de las elecciones, votar en blanco o a alguno de los partidos pequeños que ahora “sí nos representan”, que en realidad aglutinan unas sopas increíbles de siglas, para que nos defiendan en esa Europa controlada por la pinza entre viejos conservadores( los de siempre) y los nuevos ( viejos socialdemócratas), en esa Europa que cuando nos bombeaba dinero era maravillosa pero que ahora tiene la culpa de todos nuestros males; o a los independentistas, que no hablan del desempleo, sino de integrase en esa Europa del malestar?

¿Diferentes? Sí, diferentes

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Sí, son unas elecciones diferentes por obra y gracia de la crisis. La estresante espiral de la deuda, la crisis bancaria y el disloque del déficit han colocado a buena parte de los países europeos en la sala de urgencias. Y de la noche a la mañana Europa está de manera transversal en los medios, en todos los medios y en todas las secciones. La UE es noticia destacada, si no la que más, en las secciones de Economía con las decisiones de la troika;  de Política, por los debates entre los líderes europeos sobre austeridad o crecimiento; de Sociedad, por las desigualdades sociales agigantadas con las medidas de recorte de gastos sociales…

Europa ya no es una mini sección dentro de un periódico o una crónica de ambiente del corresponsal en Bruselas, Europa se ha hecho visible, nos rodea. De un plumazo hemos aprendido dónde se toman las decisiones –para bien o para mal-, hemos constatado la soberanía que hemos cedido y ha pasado a mejor vida aquella anécdota de un dirigente político regional que aseguraba que, para sus conciudadanos, Europa había sido como un cajero automática dónde metías la tarjeta -el proyecto, la solicitud de ayuda- y te daba dinero. Ya no, Europa ya no es el tío rico de América o el calvo de la lotería.

Pero no es el único logro que anotar en el haber de la crisis. Esta vez Europa está en la calle, en el debate público. Europa y sus soluciones a la crisis, duramente criticadas por una amplia mayoría de la ciudadanía europea –datos de Eurobarómetro-. Gürtel y ERE aparte, el debate en la calle gira en torno a los recortes, a la brecha social, a las reducción de los salarios, a la ampliación de la edad de jubilación, a los copagos introducidos en cada vez más servicios sociales o sanitarios, a las nuevas oleadas de nuestros jóvenes convertidos en los emigrantes mejor preparados de la historia, a las terribles consecuencias de una política de austeridad a ultranza. Lo que en definitiva nos afecta. Y eso es Europa. Nosotros, nuestros gobernantes y Europa. Porque ahí estamos y ahí se toman las decisiones. No en vano el 70% del trabajo que desarrolla el Parlamento español es transposición de iniciativas comunitarias.

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