Hablando del precio de la energía en la tertulia de Europa en suma.

Cómo (intentar) explicar (a un niño, por ejemplo) el (impresionante) aumento del recibo de la luz.

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Me preguntas, pequeño,  por qué solté un exabrupto cuando nos llegó el recibo de la luz correspondiente al mes de agosto, 100 euros, y eso que estábamos fuera de casa, de vacaciones. Creo que  esas mismas exclamaciones se escucharon de decenas de miles de hogares a lo largo y ancho de nuestra geografía. Pero no hubo ni revuelta, ni escraches ni nada.

Es muy difícil de explicar. El costo del kilowatio ha subido un 80% de 2004 a 2011 y, a pesar de esto, hay un famoso déficit de tarifa de 20.000 millones de euros.

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Hoy necesitamos esta energía lo mismo que el aire, pero estamos ante un mercado libre, liberalizado en teoría, pero que, en realidad, está controlado por un oligopolio y las normativas están hechas a favor del regulador. La ley se hace al gusto del productor, es un mercado que pone en duda el funcionamiento de la economía de mercado. De hecho se está produciendo un trasvase de rentas de las clases medias a las empresas productoras. Para intentar saber más Europa en suma organiza un coloquio sobre este problema. Jorge Fabra, que presidió Red Eléctrica Española y hoy encabeza  Economistas frente a la crisis, nos explica que estamos ante un producto único, en realidad muy extraño, que combina todo tipo de energías primarias, la hidráulica, la nuclear, el carbón, el petróleo, el viento, el gas, o la solar. Tan importante es que la electricidad supone el segundo apartado de costos de las empresas después de la fuerza del trabajo.

Y nos encontramos, dice, con la gran paradoja: para hacer nuestra economía más competitiva bajamos los salarios, pero el precio de la energía va exactamente en la dirección contraria. Y eso que en España tenemos el costo más alto de toda la Unión Europea, asegura. Estamos ante un producto muy raro, sigue diciendo:  cuando apretamos un interruptor estamos demandando una energía homogénea, en realidad una corriente de electrones, que procede de fuentes muy diversas. Lo estamos  tratando cómo un bien convencional cuando, en realidad, no hemos conseguido en este apartado la convergencia tecnológica.

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El precio que determina la retribución de todas las centrales en funcionamiento se fija según la oferta de la última central térmica necesaria para cubrir la demanda. El problema es que esa retribución es insuficiente para la mayor parte de las centrales de carbón, de gas y renovables, pero es excesiva para las centrales nucleares e hidroeléctricas. Como resultado, este tipo de centrales dan enormes beneficios, mientras que las otras, que son necesarias, generan pérdidas. Eso es lo que motiva la intervención del Estado.  El mix energético necesita un precio regulado que no puede ser fijado por el mercado. Sin embargo, el regulador no baja los precios de las plantas que producen altos beneficios y estamos pagando la amortización de la primera generación de renovables. Las centrales que con los precios de mercado no cubren sus costes medios perciben complementos retributivos: pagos por capacidad, primas, etcétera, mientras que las centrales, que con los mismos precios obtienen beneficios muy elevados, mantienen esa retribución sin minoración alguna. Se trata del más claro y radical ejemplo de socialización de pérdidas y privatización de beneficios

Tendíamos que ir a un mercado, dice Jorge Fabra, que distinga los orígenes de las diversas electricidades, porque en un mercado de pescado, por ejemplo, todo es pescado pero los precios son diferentes. La merluza no vale lo que la palometa, pero en el caso de la electricidad pagamos lo mismo, sea cual sea el origen

Y tenemos un problema muy grande de planificación, apunta Juan Temboury de  Fortia Ibérica, la comercializadora de electricidad de los grandes consumidores industriales. En los últimos diez años, afirma, hubo un boom de construcción de renovables, a todas luces excesivo, porque estamos con la misma demanda que en 2005 debido a la crisis. Tenemos sobrecapacidad en las centrales. Y esto, subraya, genera un mercado muy curioso: baja la demanda pero suben los precios, en contra de toda lógica económica. Eso se debe  a los costos fijos.

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La historia de los problemas españoles con el recibo de la luz es muy antigua, añade Temboury. Tras la guerra civil en España y la segunda guerra mundial en Europa, mientras que el continente seguía un proceso de nacionalización de las productoras, en España la iniciativa se dejó en manos de las empresas privadas. Después, con la transición, a finales de los 70 del siglo pasado, experimentamos un proceso regulador superior al europeo. Se nacionalizó Red Eléctrica y las empresas quedaron contentas con que no se las tocara. Pero a partir de 1996, con la victoria de Aznar, hubo una segunda transición en sentido inverso, plegándose a los intereses de las grandes compañías. Ese es el origen de los problemas actuales.

En la tertulia se apuntan los numerosos condicionantes de la producción eléctrica, que tienen repercusiones políticas, económicas y medioambientales. En China, señala un participante que residió en Pekín muchos años, la energía eléctrica, basada en el carbón, es muy barata pero no se puede respirar en las ciudades.
Y aquí enlazamos con un problema muy español. Nuestro carbón no tiene hoy sentido económico, es muy caro, pero si político: el de mantener los puestos de trabajo en las cuencas. Esa producción tan cara  va cargo del recibo de la luz.

En definitiva, vuelve a decir Jorge Fabra, estamos ante un producto muy complejo, casi único en el mercado. La electricidad es como una piscina en la que se vierten aguas de distintos orígenes y de la que sale un producto común, mezclado, que es solo agua, pero muy cara. Y no hay manera de almacenarla, de guardar el exceso de producción de unos momentos para alimentar al mercado en otros de necesidad. Cada vez que das al interruptor pones en marcha una cadena de acontecimientos con una consecuencia final: un recibo cada vez más caro.

La luz y el agua son como el paño de lágrimas de los políticos, termina diciendo el experto: cuando no saben que hacer, cargan la factura  a estos productos básicos. Y en esas estamos.

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¿Lo has entendido, pequeño? Yo, tampoco. Pero tienes que tener confianza, esperar que se aclare este lío y pensar que cuando crezcas (dicen que para 2030 el 60 % será de origen renovable) puedas tener una electricidad procedente de fuentes limpias, inagotables. ¡Y barata! Fotos:  Enrique Peris

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