DEFENDER CON EL VOTO LAS GRANDES CONQUISTAS EUROPEAS

En la tertulia de Europa en Suma hablamos con la eurodiputada Iratxe García sobre el papel de la socialdemocracia en la construcción europea y sobre las elecciones de mayo.

ft0Cómo convencer a los votantes de que lo que se ha conseguido en el proceso de construcción europea es mucho y muy importante y valioso (sobre todo considerando las complejidades del mundo actual y las incertidumbres de cara al futuro), y de que todo eso que tanto esfuerzo ha costado no está garantizado en absoluto, que podríamos perderlo por no valorarlo suficientemente o por un exceso de confianza, y de que es importante, por todo ello, reafirmarse en la voluntad de mantenerlo y de luchar por consolidarlo y de mejorarlo. Esa es la cuestión para los grandes partidos europeístas, los que han apoyado y desarrollado el sueño de una unión económica y política posible, de cara a las próximas elecciones al Parlamento Europeo.

La socialdemocracia una de esas fuerzas políticas que tienen la responsabilidad, y la dificultad en muchos casos, de persuadir a los suyos, a sus electores tradicionales y a los que se mueven en su órbita ideológica, de la necesidad de hacer valer su voto, de sacudirse la carga de la apatía o el desencanto en una época de confusión y de desconcierto generalizados, cuando muchos pueden tener la impresión de que todos los partidos son iguales, de que la política no tiene sitio ni función alguna y no es capaz de resolver los problemas de la gente porque, en un mundo globalizado y desigual, todo está en función de los grandes intereses económicos.  

Y es fácil el recurso echar la culpa a “los mismos de siempre”, a todos los políticos y a todos los partidos, a todos por igual, de las medidas dolorosas que se han aplicado como terapia de choque frente a la crisis general que se inició en los años 2007 y 2008 y a los desequilibrios en el seno de una Unión, que no estaba preparada, ni mucho menos, para resistir y afrontar un embate de esa magnitud.

FT 5Ahora, superado lo peor de aquella crisis, reforzados los mecanismos europeos de estabilidad y garantía, y con ciertas esperanzas de poder culminar una verdadera unión económica y monetaria, las amenazas y los riesgos son otros: diferentes y más graves. Afectan a la confianza en el proyecto europeo en sí mismo y al espíritu de unidad que lo hizo posible tras las catástrofes bíblicas de la dos Guerras Mundiales, separadas por apenas veinte años: amenazas alimentadas e instrumentadas por los viejos reflejos del nacionalismo revanchista que parecen volver por sus fueros, con lemas y consignas que utilizan un lenguaje parecido, tanto si proceden del extremo derecho como del izquierdo del espectro.

   Ya decía el holandés Frank Timmermans hace unos meses que las elecciones de mayo son “las de mayor riesgo para el proceso europeo”.  Timmermans fue elegido en diciembre pasado como candidato de los socialistas europeos, es decir, de la llamada Alianza Progresista de Socialistas y Demócratas, al cargo de presidente de la Comisión Europea.  El spitzenkandidaat socialista (por emplear el término alemán que se ha hecho corriente) no se cansa de repetir esa advertencia (“Nos estamos jugando Europa”) allí donde va, y hace unos días, en su última visita a Madrid, expresaba una vez más sus temores con el argumento clave: “Lo último que merecen nuestros hijos es que ya no quede nadie para defender conquistas tan valiosas y que costó tanto trabajo conseguir.

Ese será el mensaje que intentará transmitir la socialdemocracia española de cara a las elecciones del 26 de mayo. Iratxe García, europarlamentaria y vicepresidenta primera del Partido Socialista Europeo defendía, en la última tertulia de Europa en Suma, la de febrero, la necesidad de contar en el próximo Parlamento de Bruselas con partidos europeístas fuertes y sólidos, que hablen con una voz común en lo que se refiere a Europa, a pesar de las diferencias generales que puedan mantener entre ellos.

FT 1Naturalmente, los socialistas consideran indispensable hacer pedagogía europea. Esto es, recordar cómo nació el proyecto de una Europa unida, y los valores que representa: tolerancia, justicia, solidaridad, preocupación por el medio ambiente y, a pesar de las dificultades, preocupación por el modelo y los patrones sociales. Un mensaje que no siempre es fácil de proyectar: hay voces que responsabilizan a la socialdemocracia, por la parte que le puede tocar, de las políticas de austeridad que en los últimos años han contribuido a aumentar las penurias, las desigualdades, la inseguridad y la pérdida o la degradación de derechos sociales que se creían consolidados. “Hemos salido de la crisis, pero a costa de la gente, y con menos garantías sociales”, reconocía Iratxe García en la charla. Los años de austeridad han podido ser responsables en buena medida de que una parte de la gente vea a Europa como su enemiga.

FT 2En el recuerdo quedan los años de un gigante político de la talla de Jacques Delors al frente de la Comisión Europea, entre 1985 y 1995, una década capital en la historia de la Unión. El papel del socialista Delors en esos años supuso una verdadera revolución en la marcha de la integración europea: por eso tuvo a la prensa británica en general como enemiga despiadada y a Margareth Thatcher, en el 10 de Downing Street, como como su adversaria más dura e implacable.

Hoy, los socialistas son conscientes de que, por la correlación de fuerzas en el Parlamento Europeo y por la necesidad de pactar, consensuar y ceder, se han visto obligados con frecuencia a dar su aprobación a determinadas propuestas legislativas que no les satisfacían plenamente o que ellos mismos consideraban insuficientes… simplemente porque votar en contra habría resultado mucho peor en términos sociales. Un principio fundamental en Europa es, efectivamente, que las decisiones más eficaces y más consistentes son aquellas que se alcanzan a través de un consenso razonable.

La socialdemocracia es consciente también, como lo dejó claro Iratxe durante la animada conversación con los socios y amigos de Europa en Suma, que la globalización es un hecho con el que hay que contar, y que no hay que cerrarse a los acuerdos comerciales, con países que respeten las reglas de juego, y siempre que esos acuerdos y ese comercio se ajusten estrictamente a los estándares sociales, laborales, medioambientales, etc., de la Unión Europea.

Por lo demás, también se duelen los socialistas de que su mensaje, sus propuestas, sus iniciativas, su trabajo en Europa, en definitiva, no llega a los medios fácilmente, no se convierte en noticia, no sale en los periódicos o en los telediarios. Es una de las claves de la fragilidad del sentimiento europeísta: que los logros y la trascendencia de lo que se hace en Europa… no salen en los medios, no son noticia, no “venden”. Lo cual es un serio problema, además de una injusticia.

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En cualquier caso, y es algo que también se dejó claro en la charla con Iratxe García, está claro que la Unión Europea es hoy un ejemplo y un modelo para muchos países: un gran espacio de paz y prosperidad y un área económica en la que los derechos sociales se tienen en cuenta y donde el Estado del Bienestar es una realidad que hay que conservar como un tesoro. Prosperidad no exenta de desigualdades, desde luego, ni tampoco del riesgo de nuevas crisis, pero, precisamente por todo ello, se hace más necesario, apoyar y votar a fuerzas políticas inequívocamente europeístas: nunca estará de más repetirlo. Nos jugamos mucho en ello.