La muy pesada losa de la unanimidad en la Unión Europea

La Unión Europea se encuentra en estos momentos en una situación crítica y en un momento de los más trascendentales desde su nacimiento. Las decisiones tomadas por Donald Trump y la nueva Administración norteamericanala dejan de lado en el contexto internacional y la abandonan a su suerte en el papel de la defensa europea y enel conflicto bélico derivado de la invasión rusa de Ucrania. Ante esta situación se hace tan necesaria como urgente una reacción conjunta y coordinada de los 27 países integrantes de la Unión, tanto en temas de Seguridad como de Defensa, así como de Autonomía estratégica en el ámbito de la Industria militar y de la Economía en su conjunto, y todo ello reforzando necesariamente nuestra identidad europea.

La Unión Europea se ve obligada así a un verdadero cambio de rumbo y va a tener que adoptar por tanto medidas muy rápidas, sustanciales y eficientes en el terreno de la política exterior y de su propia coordinación interna. Uno de los obstáculos más importantes que va a tener que resolver a corto plazo es su dependencia del principio de unanimidad vigente en su estructura de funcionamiento y que se requiere actualmente para un buen número de decisiones y actuaciones sensibles en el ámbito europeo. La existencia de este principio de unanimidad supone una pesada e importante losa antidemocrática, que hace posible en la práctica el Derecho de vetopara cualquier país, que puede imponer a todos los demás su voluntad en numerosas decisiones trascendentales de la UE, lo que resulta a todas lucescontrario a una verdadera democracia en la que se han de respetar las mayorías colectivas (absolutas, cualificadas o reforzadas) en las decisiones y acuerdos generales, por lo que nunca se debería admitir que un solo país de los 27 pueda bloquear la voluntad de todos los demás.

Es cierto que para diversas decisiones colectivas no se exige la unanimidad, siendo necesarias al menos las denominadas cooperaciones reforzadas, que permiten que un grupo de al menos nueve Estados miembros avance en políticas específicas, sin necesidad de unanimidad;y en otras decisiones se exige unamayoría cualificada que supone el necesario apoyo del 55 % de los Estados miembros (al menos 15 de los 27 países), y que representen al menos el 65 % de la población de la UE. También existen excepciones para otro tipo de decisiones en las que se requiere el apoyo de al menos el 72 % de los estados miembros. Todas estas variantes de las mayorías, derivadas fundamentalmente del Tratado de Lisboa (2009), son aplicables en distintas decisiones relacionadas, por ejemplo, con aspectos comerciales, del Mercado único y la competencia, así como en algunos ámbitos de los Presupuestos, o de la Política ambiental. Sin embargo, sigue existiendo la necesidad deunanimidad en áreas sensibles como la Defensa, la Fiscalidad y la Política exterior.

No es de recibo, por ejemplo, que un solo país, por ejemplo, Hungría, ya que ha protagonizado recientemente un rechazo (una vez más) a una propuesta de apoyo de todos los demás países a Ucrania, y que es en este caso relativamente pequeño (el 2 % de la población europea, poco más del 1 % del PIB y el 2 % del territorio de la UE) pueda bloquear y retorcer la voluntad de los de otros 26 países. Este ejemplo sería en todo caso extrapolable a cualquier otro país, aunque fuera más grande, que pudiese así decidir por sí mismo bloquear e impedir la libre voluntad conjunta de los restantes países de la UE.

Sería por tanto necesario y urgente llevar a cabo una modificación de los Tratados de la Unión Europea (prevista en su artículo 48), de forma que se suprimiese ese nocivo derecho de veto que impide la necesaria agilidad y urgencia en la toma de decisiones trascendentales en el seno de la UE, con lo que se respetaría así más fielmente la voluntad y los derechos políticos y democráticos del conjunto de la ciudadanía europea, que parece que corre el riesgo de no verse respetada al máximo en estos momentos por la mera voluntad o los intereses particulares o políticos de cualquier país de la Unión.

Sería igualmente necesario, por otra parte, el establecimiento de una estructura dinámica y flexible de pertenencia o participación en el proyecto europeo, a través de la denominada geometría variable, o, en definitiva, que pudiera haber una Europa a dos velocidades, con un núcleo de países más comprometidos en muchas actuaciones europeas que otros, de forma que hubiese un cierto nivel de flexibilidad para la participación en el proyecto europeo y en las decisiones colectivas de los veintisiete países de la UE.

En resumen, nunca se ha encontrado la Unión Europea ante una tesitura tan delicada y de riesgo como la que tiene en el momento actual, y nunca ha necesitado tan fehacientemente de unas decisiones tan urgentes y tan necesarias como las que ha de tomar en las próximas fechas, incluidas las relativas aevitaresa importante losa que representala necesaria unanimidad en muchas de sus decisiones fundamentales.