Nos jugamos la vida

La tertulia de Europa en Suma sobre el estado de la Sanidad y los recortes

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Y teníamos, pensábamos, una Sanidad ejemplar. Y se cumplió un sueño y se descentralizó este servicio. Y llegaron las autonomías. Y decían que iba a mejorar la atención, acercándola al ciudadano. Y al poco tiempo, algunas autonomías montaban un aparato burocrático tan pesado o más que la vieja Administración central. Y se montaron hospitales y consultorios en cada esquina (porque había que ganar las elecciones). Y llegó “la que está cayendo”. Y descubrimos que no éramos tan ricos. Y hubo que hacer recortes en un servicio vital. Y las calles se llenaron de batas blancas.

 

No jugamos la vida en este apartado, dice el moderador de la tertulia Luis Pintor. No se trata aquí de política. Por ejemplo, añade, la Comunidad de Castilla La Mancha pretende suspender las urgencias, porque asegura que atender a una o dos personas al día es un despilfarro. Estamos, subraya Pintor, ante un problema básico, porque la Sanidad va a ser cada vez más cara; los tratamientos son cada vez más costosos y aumentan las perspectivas de vida.

 

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Los poderes públicos, asegura, tienen un problema porque dicen que el gasto es insostenible pero, sin embargo, ven posible una Sanidad privada. Pero, ¿por qué lo privado puede ser negocio y lo público, no? Nos jugamos demasiado en este tema para que las decisiones sean sólo de los políticos.

 

Fátima Brañas, especialista en geriatría, de la asociación de Facultativos de Madrid que nació antes de que surgiera este conflicto, sostiene que el plan de “sostenibilidad” que se propone, significa recortes en la práctica. Nosotros, asegura, nos enteramos de este plan por las noticias. Nadie de la Comunidad habló antes con nosotros.

 

Nos han pedido ser corresponsables, pero el plan ya estaba hecho, dice. Lo más discutible de los puntos aprobados, asegura, es  pasar al menos ocho hospitales a la gestión privada  y privatizar consultas. La gestión privada, teme, no va a reinvertir los beneficios.  Y además, no se puede  hablar sólo de economía, porque estamos prestando un servicio. Es posible, admite, centralizar los campos de actividad, que se haga una gestión conjunta de especialidades, pero hay que contar con la opinión de los especialistas, porque lo que barato puede salir caro. Se quieren centralizar los análisis,  pero los estudios en toda Europa demuestran que alejar la analítica del paciente aumenta el riesgo. No estamos de acuerdo en absoluto con lo que sostiene la Comunidad, que la gestión privada será más barata que la pública; los informes presentados no son fiables.

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José María Catalán, especialista de Sanidad en RNE, apunta que lo más grave es que el gasto sanitario con respecto al PIB está bajando  y se pregunta por qué cruje un sistema que se tenía por modélico. La Comunidad de Madrid, asegura, ha manipulado los datos para sostener que había rebajado los plazos de espera para las operaciones, al cambiar la fecha en que el especialista prescribe la intervención por la de la asignación de  anestesista.

 

Los principios sobre los que se basa o se basaba el sistema, recuerda Catalán, son o eran: gratuidad, equidad y universalidad. La gratuidad se está yendo al traste, afirma. Ha habido muchos defectos en la gestión en Madrid. Mientras que Gallardón sostenía que no hacían falta más hospitales, Esperanza Aguirre prometió más, pero lo cierto es que no podemos tener un centro en cada esquina.

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Carmen Gómez, inspectora médica de la Comunidad de Madrid y exsubsecretaria del Ministerio de Sanidad, asegura que lo que ha hecho esta autonomía es impresentable. La iniciativa privada, dice, busca hacer negocio. Si le va mal, quiebra y se va a otro sitio, y se le rescata con dinero público.

 

José María Catalán sostiene que la descentralización del servicio ha aumentado el coste. La Comunidad de Madrid montó un equipo burocrático que por sí mismo equivalía al antiguo Insalud nacional.

 

Me temo, afirma Fátima Brañas, que los pacientes van a notar los cambios, no al principio, pero sí a medio plazo. No se trata de atender a un paciente y que se vaya a su casa, sino que muchos, sobre todos los mayores, necesitan un seguimiento.

 

Puede, termina diciendo, que suceda eso de que el enfermo es un problema que nos tenemos que quitar de encima.

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PS: El semanario The Economist dedica esta semana su portada y reportaje central al bienestar en los países nórdicos, a la cabeza en calidad de vida. Nadie se rasga las vestiduras porque en Dinamarca haya gestión privada de hospitales. Pero, claro, allí se impone la ética protestante y los ciudadanos, escribe TE, ven con muy malos ojos que los políticos se bajen de la bicicleta, medio de transporte habitual, y se suban al coche oficial. Algo que no sucede en el cálido, católico y divertido sur. Y presuntamente corrupto.

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