El progresivo declive de los partidos políticos y de la Unión Europea.

No es el título de una película del canadiense Denys Arcand, sino el tono de la tertulia de Europa en Suma sobre las próximas elecciones al Parlamento Europeo con José Ignacio Salafranca, un político experto que ha quedado relegado al puesto 16 en las listas del Partido Popular. No saldrá elegido.

Daniel Peral

Leo en un diario digital las razones y motivos por las que se hundió uno de los grupos punteros de España, Fagor, la antaño modélica cooperativa de Mondragón:

Se reclutó a las personas equivocadas debido a una política nepotista que seleccionaba a hijos de socios sin capacitación y mala actitud laboral “baja cualificación” y “daban por seguro su puesto de trabajo” con independencia de cuál fuera su actitud.

Una de las muchas causas. También se hundió el gigante Nokia, porque los empleados, para mantener sus puestos de trabajo, no se atrevían a decir al jefe que se estaban quedando anticuados. Algo parecido les sucede a los partidos contemporáneos, donde el Jefe Máximo se dedica a contratar a personas poco adecuadas, toreros, banderilleros, pero de los que pinchan las aceitunas y los boquerones con el palillo, padres de victimas, padres de perseguidos, deportistas y demás personajes. Los partidos como tales no existen.

Así, el Partido antes llamado Popular, ahora parece que muy impopular (que tendrá que vender seguramente su sede de Génova porque se les va a quedar grande y con un pisito en las afueras tendrán bastante) hizo unas listas exóticas para las generales que han dado los malos frutos que hemos visto, pero en la de las europeas ha entrado en el desbarre absoluto. Nuestro contertulio,  José Ignacio Salafranca, con dos décadas como eurodiputado, con amplio bagaje en la política exterior de la Unión, queda relegado al puesto 16, por lo que no sacará escaño. Había que colocar a un ex alcalde ¿?, ex ministro ¿?, como Zoido, del que se desconocen sus fervores europeístas y las lenguas que habla, y ¡al padre del líder encarcelado en Venezuela! Así no van a  ninguna parte. No pueden hablar de que estas elecciones son cruciales para la Europa post Brexit, con auge de los populismos de ultraderecha si colocan en las listas a una serie de jubilados con sueldo. No es serio. Son ellos son los que hunden la política y a sus partidos.

Marine Le PenEn este ambiente, reconoce Salafranca, van a bajar los socialdemócratas y democristianos europeos y van a subir las fuerzas populistas.

La clase política europea ha perdido el norte. No es que los antiguos dirigentes socialdemócratas o democristianos fueran modélicos pero la lista de sus pros supera con mucho la de los contras. Hubo algo fundamental: paz, algo desconocido durante siglos, y crecimiento en la Europa de la postguerra. Cierto es que había dos elementos clave.  Aquellas generaciones vivieron la Segunda Guerra Mundial e hicieron todo lo posible para que no se repitiera aquella masacre. Segundo: estaba  la amenaza de la Unión Soviética,  “defensora” de las clases trabajadoras. Caído  el Muro de Berlín, la economía ultraliberal no tenía barreras y llegaba una nueva clase política, tecnócratas sin visión histórica, sin el ADN de sus padres y abuelos.

Los partidos europeos son hoy como las nebulosas, compuestas de gases, sin materia sólida. Lo del auge de la socialdemocracia en España es solo un espejismo que no  tiene paralelismos en Europa, ni el  Reino Unido, ni en Alemania, ni en Francia, Italia o Hungría. Las formaciones soy hoy algo etéreo. A los programas y a los eslóganes se les da un ligero aroma de las viejas ideas de centro derecha o de centro izquierda. Y el voto es igual de volátil, va y viene. El centro izquierda se intercambia votos con los populismos de izquierda; las derechas zigzaguean, más duras o más centristas. Todo es vaporoso. Y surgen nacionalismos en cada esquina. El voto de la extrema derecha, convenientemente azuzado por la izquierda al grito de ¡que vienen, que vienen!, es más un exabrupto, el ¡que te pego leche!, de Ruiz Mateos, que un programa coherente, una mezcla confusa de caballos, escopetas y fandangos.

Comentamos en la tertulia que en la campaña para las generales o en los dos plúmbeos debates televisivos no se dedicó ni un segundo a Europa. Ni una idea. Y eso, a pesar de que la mayoría de nuestra legislación o las decisiones económicas vienen de Bruselas. Y eso, a pesar de que según los eurobarómetros  (¿quién los hará?) somos euro-optimistas ¿?

Esub buzz 15852 1475853104 1 1n los debates electorales, subraya Salafranca, se deberían dejar a un lado los cuchillos, las puñaladas que se dan unos y otros, para dedicarse al diálogo, al entendimiento, que es lo que hacemos en la Unión.

Para mí, añade el político popular, la idea de Europa es muy simple: paz, reconciliación  y valores. No todo es leche, vino y ayudas públicas. Hay que buscar una aproximación entre los diferentes intereses, porque vivimos el proyecto más democrático que ha tenido la Humanidad.

¿Que hemos cometido errores?, claro, reconoce Salafranca, como en la crisis de 2008. Pero no podemos buscar soluciones nacionales a los problemas globales. Y hay que tener en cuenta que Grecia no se ha hundido, como no lo han hecho Portugal o Irlanda. Y el Euro sigue vivo.

Ahora, indica Salafranca, tenemos el peligro  de que lleguen los populistas que van a tirar piedras contra el tejado europeo y, además, desde dentro. El problema es que la Unión tiene una lentitud exasperante en la toma de decisiones y estamos rodeados de problemas, el Brexit, los EEUU de Trump y sus amenazas de nuevos aranceles, las presiones de Rusia, la inestabilidad en el norte de África. Y, de lejos, China, que ya nos desplazado a los europeos en América Latina. Y en el apartado de inmigración, cada país ha salido por su lado. Está claro que si damos más fuerza a los Estados nacionales estaremos debilitando a la Unión.

Este político, que va a quedar seguramente por primera vez en muchos años fuera de la Cámara europea debido a los tejemanejes internos, reconoce que la corrupción  ha hecho mucho daño a su partido aunque cree que la mayor parte de la gente es honesta. Y estima que pertenecer a un partido no supone tener que estar de acuerdo en todo con el líder.

Pero mucho más importante que ocupar un puesto, asegura, es poder mirar a tus hijos a la cara. Una excepción muy notable en los tiempos de vulgaridad que nos ha tocado vivir.