TTIP: ¿Comeremos pollo clorado en Europa? ¿Perderemos soberanía y derechos?

La tertulia de Europa en Suma sobre las negociaciones para el nuevo acuerdo entre EEUU y la UE.

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¿Tienen soberanía los Estados? Sí, quizá algunos pequeños como Noruega y Suiza, poderosos en lo económico (gas, petróleo, sistema productivo y financiero), que están fuera de los grandes bloques, de grandes acuerdos  transnacionales como la Unión Europea.

Son más soberanos porque son más ricos y se pueden permitir ser neutrales o independientes.

Nos aliamos para ser más fuertes o porque somos débiles.

Ahora, nuestro bloque, la Unión Europea, que fue un modelo de crecimiento, de bienestar, de democracia, se encuentra zarandeado por la crisis y la globalización.

Y para conseguir que tengamos más peso se anuncia una nueva alianza que algunos temen como si fuera una borrasca del tipo ciclogénesis explosiva que viene del Atlántico y que puede afectar a nuestra soberanía, derechos, empleos y calidad de vida.

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Lo llaman TTIP, TAFTA o ACTI, acrónimos del Acuerdo Transatlántico de Comercio e Inversiones, y busca establecer el mayor mercado libre del mundo entre Europa y Estados Unidos.  Su origen remoto se encuentra en la Declaración Transatlántica, firmada en noviembre de 1990 por el presidente George Bush, el primer ministro italiano, Giulio Andreotti, que encabezaba ese semestre el Consejo Europeo, y el presidente de la Comisión Europea, Jacques Delors.

 Lo único que sabemos es que se negocia a puerta cerrada, sin luz y sin taquígrafos, que sepamos, entre la UE y Los EEUU. Y si hay taquígrafos, no les dejan enseñar sus anotaciones.

Viene plagado de promesas de prosperidad: los estudios más optimistas, como los de la Fundación Bertelsmann o de la propia Comisión, prometen un crecimiento de entre el 0,5 y el 1% del PIB europeo (unos 119.000 millones anuales), y la suma de 545 euros anuales a la renta familiar de los europeos.

Pero, a juicio de sus defensores, no se trata tanto de más desarrollo sino de  más defensa, de facilitar el crecimiento, liberalizando servicios y protegiendo al eje atlántico frente al creciente poderío del eje Asia-Pacífico. En realidad los aranceles trasatlánticos son ridículos, apenas del 2%.

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Se trata, efectivamente de reforzar nuestro eje, sostiene Federico Steinberg investigador del Instituto Elcano, porque estamos en un mundo lleno de tensiones. China ha crecido y se nos ha acabado el “chollo”.

Ahora, asegura, se trata de reescribir las leyes de comercio para el siglo XXI, como se hizo tras la Segunda Guerra Mundial. La UE y Los EEUU sumamos el 50% del PIB mundial, pero la regulación nos puede venir impuesta por los emergentes. Oponerse a este acuerdo sería suicida, sostiene Steinberg.

Y, precisa, naturalmente que el acuerdo no será impuesto; tendrá que ser aprobado por el Parlamento Europeo y el Congreso USA. Habrá naturalmente, reconoce, ganadores y perdedores, pero las instituciones nacionales serán las encargadas de hacer los reajustes necesarios.

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Para los detractores del TTIP, éste será una “constitución de las multinacionales” o un “caballo de Troya” que definirá un orden legal por encima de derechos sociales y medioambientales. Supondrá la pérdida de negociación de los sindicatos y la destrucción de la pequeña empresa, al no poder competir contra gigantes. Puede ser el fin de las soberanías nacionales y las críticas han crecido en la UE por el temor a que acabe dando la puntilla al estado del bienestar.

Marina Albiol, eurodiputada por Izquierda Unida, subraya el secretismo de la negociación: no se informa, no hay noticias, dice, no tenemos acceso en Bruselas a lo que se negocia. Los grandes conglomerados empresariales, asegura, sostienen que están por encima de los pequeños países. Los grandes, añade, deben estar muy molestos con la victoria de Syriza en Grecia, que haya democracia y que ganen los rojos.

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El TTIP, afirma Albiol, no pretende más que dar un máximo de garantías a las empresas a ambos lados del Atlántico. Está diseñado por ellas y para ellas, que quieren campar a sus anchas por encima de las legislaciones nacionales. El Tratado, comenta, quiere eliminar las regulaciones de sus ganancias, la seguridad alimentaria y los servicios públicos, como la educación y la sanidad.

 Hubo grandes promesas con acuerdos anteriores, como el  NAFTA, que iba a crear 20 millones de empleos y en realidad, recuerda, creó paro en los Estados Unidos y en Méjico.

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Para Federico Steinberg es lógico que estén representadas las grandes empresas en las negociaciones (se dice que en un 90% de las mismas) porque son ellas las que conocen los obstáculos al libre comercio. Ellas son las que saben cómo se regula, por ejemplo, la seguridad de un cinturón de un vehículo. Ellas tienen la información relevante, pero no tengo la impresión de que los negociadores estén atrapados por las multinacionales, añade.

No, aquí no estamos en una lucha entre la UE y los EEU, sostiene Albiol. Se trata de que las empresas de ambos lados del Atlántico puedan controlar a los pueblos; son los de arriba contra los pueblos.

¿Que no hay transparencia? Steinberg responde que en ninguna negociación la hay; no se muestran las cartas. Pero va a haber unas líneas rojas muy claras que no se van a cruzar. Además, indica, tenemos la impresión de que las empresas estadounidenses no están reguladas y eso no es verdad y no creo que absoluto que el funcionario europeo que está negociando esté comprado por las empresas. No, si no es que yo desconfíe de los funcionarios, dice la representante de IU, yo desconfío de los gobiernos europeos.

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Albiol insiste en que las multinacionales no son “hermanitas de la caridad” que van a  proteger nuestros derechos y nuestra calidad de vida. Nos quieren meter el fracking y los transgénicos, asegura.

Steinberg reconoce que la mayor oposición al TTIP está precisamente en el país más poderoso de la UE, Alemania y que los más partidarios son los países de la antigua Europa del Este, porque el Tratado les libraría de parte de la enorme presión de la Rusia de Putin.

Enrique Peris, de Europa en Suma, apunta que las argumentaciones en contra del Tratado que ha expuesto Albiol son de trinchera política, muy primitivas, lo que provoca una durísima respuesta de la eurodiputada de IU, y murmullos en la sala ante su tono: “Mis argumentos pueden ser infantiles pero no estamos haciendo una defensa de la soberanía nacional, sino de la de los pueblos”, dice la eurodiputada. Nadie ha hablado de “infantil” replica Peris.

Varios participantes en la tertulia comentan al final, tras haber escuchado las argumentaciones de unos y otros, que da la impresión de que el TTIP no va a ser ni una cosa ni la otra, ni el paraíso ni la hecatombe. Pero un representante de la Unión de Agricultores subraya que no le apetecería ver a monstruos de la distribución, como Wal-Mart, poniendo precios a nuestros productos.

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Ah, ¿y en que queda lo del pollo clorado? :

En Europa hay normas fitosanitarias muy estrictas en el proceso de cría y sacrificio de aves, destinadas a evitar la propagación de enfermedades. Estados Unidos opta por un procedimiento más barato: desinfectar los pollos al final de la cadena con un tratamiento antimicrobiano a base de cloro. La UE prohíbe la entrada de carne así tratada desde hace 20 años.

No debemos preocuparnos, asegura en la tertulia un representante de la Comisión Europea, no habrá pollo clorado en la UE.

Así que podemos respirar tranquilos. De momento.