“Muchos morirán en Suecia”… pero tenemos razón

Atalayar Suecia Coronavirus 2 0Stefan Löfven ha resistido todas las presiones. El socialdemócrata primer ministro sueco no ha cedido a los llamamientos de la oposición ni a los consejos de un nutrido grupo de científicos. Su inalterable línea política se ha mantenido incólume a lo largo de todo el tiempo que llevamos de pandemia, a pesar de las advertencias de quienes le mostraban otra praxis para combatirla. 

Con ocasión del Primero de Mayo, hizo un discurso a la nación en el que no ocultó ni maquilló los datos que convierten a Suecia en el país nórdico con el mayor número de víctimas del coronavirus: 2.653 fallecidos, o sea 256 muertos por cada millón de habitantes. Muchos más por lo tanto que los 78 de Dinamarca (452 muertos), o los 38 de Noruega (207) y Finlandia (206). Tampoco dibujó un panorama futuro  más optimista: “Muchas personas morirán aún [en Suecia]”, pero se mostró firme una vez más en su convicción de no imponer restricciones y apelar en cambio a la responsabilidad de todos y cada uno de los ciudadanos. Ni siquiera en las limitaciones han existido amenazas de multa, sino simplemente la recomendación de comportarse como buenos individuos de un colectivo común. 

Cuando el resto del mundo ha iniciado ya diferentes fases del denominado desconfinamiento, Suecia no va a experimentar transición alguna. Los colegios y los negocios seguirán abiertos porque nunca han estado cerrados, con la sola excepción de las universidades. Las únicas restricciones han sido las de limitar las aglomeraciones a un máximo de cincuenta personas. La población se ha comportado por otra parte con la responsabilidad de guardar la distancia física, manteniendo de paso las normas de higiene recomendadas por la Organización Mundial de la Salud (OMS), y ha evitado sobre todo las visitas a las residencias de ancianos que, como en la mayor parte de los países europeos, han sido el foco del mayor número de contagios y de muertes, el 40% de los casos.   

Esta política, inicialmente adoptada también por Reino Unido y Países Bajos, aunque luego abandonada por estos, ha recibido un primer respaldo de la propia OMS, cuyo director de Emergencias Sanitarias, Michael Ryan, ha manifestado que “Suecia representa un modelo futuro en muchos sentidos”, aludiendo al civismo de los ciudadanos como la clave del éxito para la erradicación de la pandemia. 

Otro asesor de la OMS, el epidemiólogo Johan Giesicke, ha sido incluso más contundente, en declaraciones al Dagens Nyhetar: “El brote de la COVID-19 se ha manejado incorrectamente en todo el mundo excepto en Suecia, de forma que otros puedan aprender algo”.

La línea marcada por Löfven le está proporcionando inusitados réditos políticos, tanto que ha pasado del 43% que aprobaban su gestión de gobierno antes de la pandemia a un 63% a finales de abril, según una encuesta del Instituto Novus, cifra que Ipsos/Sopra-Steria eleva al 70%. Es un vuelco en toda regla, que permite al Partido Socialdemócrata adelantar a los ultraconservadores Demócratas de Suecia en intención de voto (29% a 21%), y convierte a Löfven en uno de los dos grandes líderes que han emergido de la plaga; el otro es el italiano Giuseppe Conte, además, claro está, de la consagrada canciller alemana Angela Merkel. 

Diferentes modelos y necesidades para afrontar la pos-pandemia, y en espera quizá de un nuevo brote del virus en el otoño o el invierno próximos. Para entonces será posible acudir a los ejemplos de quienes mejor han lidiado la descomunal catástrofe, un episodio en el que el derrumbamiento de la economía y de una determinada forma de vida darán paso forzosamente a otros modelos. Suecia, al menos, demuestra con hechos que, pase lo que pase, su apego a la libertad con responsabilidad es irrenunciable.   

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