WIKILEAKS. El filtrador, filtrado
- Creado: Viernes, 07 Enero 2011 11:23
- Publicado: Viernes, 07 Enero 2011 11:23
- Escrito por Daniel Peral
Convendría centrar la discusión, porque, en caso contrario, podríamos pensar que estamos ante “o maior acontecimento da historia da humanidade”, que diría un portugués.
La aldea global se ha dividido, como en la primera guerra mundial, entre aliadófilos y germanófilos, entre detractores y partidarios de Wikileaks.
Unos, por supuesto el gobierno o la llamada administración de los EEUU, cuyos juristas buscan desesperadamente la conexión entre Julian Assange y el soldado Bradley Manning, de cómo aquel pudo enseñar a éste, el analista de inteligencia militar aburrido en Irak, a descargar los telegramas de las embajadas de los EEUU al Departamento de Estado, a los que, por cierto, tienen acceso en torno a unos dos millones de personas en los EEUU, y que no son “top secret”. De éstos, de los “pata negra” no se ha filtrado nada, que sepamos.
Entre los detractores están también los directores de periódicos, los Pedrojotas de turno, que no han pillado la exclusiva y restan importancia a las filtraciones, que califican sólo de chismes diplomáticos sin importancia.
En el lado opuesto están los seguidores, acólitos de Assange, partidarios de las descargas, de que se sepa todo, todo de todos, los antiglobalización, los anti-USA, los que desean el gratis total y que todo esté en la nube al alcance de todos, canciones, películas, libros y secretos de Estado. Queremos saber, en este caso, lo malos que son los EEUU, como si no lo supiéramos los españoles desde los tiempos del Maine. Y ha pasado más de un siglo.
Algunos colaboradores de Assange ya le habían abandonado antes de esta última filtración de los telegramas internos del Departamento de Estado por su obsesión por los EEUU, porque subrayaban que había muchos más temas que denunciar, sobre todo en este mundo globalizado, por ejemplo, el papel de los gigantes financieros que contribuyeron a la gran crisis 2007-2008. Una de las que se acaban de ir de la organización era una de sus más fieles seguidoras, una diputada islandesa de tendencia anarquista, que preparó con él en la isla volcánica el video y la posterior presentación en Washington del ametrallamiento desde el helicóptero estadounidense; fiel acólita del líder, al que llevaba ropa y comida, y quizá, como en la canción de Cohen, té y naranjas de la China.
Faltan más filtraciones, por ejemplo: que papel jugó Goldman Sachs en la caída de su rival, Lehman Brothers, el taponazo de la crisis financiera. ¿Era necesario que cayera esa entidad y la otra no? ¿Se trató, como han señalado algunos medios, de una guerra entre gigantes, crisis de hipotecas-basura aparte?
Queremos fugas del trabajo de la silenciosa y efectiva diplomacia China que desprecia la situación de los derechos humanos en África, donde tiene ya un millón de trabajadores y de donde saca petróleo, madera, gas, coltán, y de los ciberataques de Pekín, ayer contra Google y Facebook, ahora contra Skype. Paradójico ¿no?, cuando ellos fabrican los ordenadores y móviles de última generación, pero no permiten a los chinos tener acceso a las nuevas redes sociales.
Queremos conocer todas las interioridades del despótico régimen ruso, y, como me dice un amigo que vive desde hace años en Calcuta (pronúnciese Galkata), de la inmensa corrupción política de la emergente y aparentemente modélica India.
Queremos conocer la contaminación real de nuestros grandes bancos, los españoles, por el virus del ladrillo En fin, queremos desayunarnos cada día con un escándalo y saber lo malos que son y somos todos.
Por cierto, poco se ha filtrado de como Israel ha “toreado” de nuevo a los EEUU, en esta ocasión al inicialmente firme Obama, que pedía el fin de la expansión de los asentamientos judíos en tierra palestina para resucitar al difunto proceso de paz. Antes, cayeron Bush padre y Clinton; con W no había problemas. No hemos visto ninguna queja de los diplomáticos por la brutal expansión de las colonias y las condenas de los palestinos. Sólo, la preocupación de Israel, su miedo escénico e histórico, frente a los misiles y el arma nuclear iraní ¿Curioso, no?
Los fanáticos de la nube consideran que la historia cambia cuando aparecen ellos, que nada será igual después de Wikileaks, como aquella tontería de Fukuyama de que la historia había llegado a su fin con la caída del muro de Berlín y el triunfo del capitalismo como Sistema Único, que traería la paz y la concordia global al mundo. Lo estamos viendo. Lo fans de lo global no recuerdan la invención de la escritura en aquellas modestas tablillas de barro, la de la rueda, el fuego o la pólvora. Nadie dijo en su momento que la historia había cambiado. No tenían relatores globales, Wikis, ni iPhones que lo contaran.
LA VIDA ANTES DE WIKI
Convendría insistir en la diferencia entre lo sincrónico, lo que está pasando en este momento, que exageramos habitualmente en la aldea global, (cada día hay algo histórico para los medios de comunicación, como si la historia comenzara hoy), y lo diacrónico, la visión histórica de los acontecimientos y sus consecuencias. Dentro de un año hablamos de Wikileaks y de su influencia en la marcha de los acontecimientos del mundo.
La aldea Twitter hirvió durante las protestas por la “reelección” de Ahmadineyad en Irán; era la única fuente de información en medio del pucherazo. Pero el régimen no ha caído. Ahmadineyad sigue en el poder, con su programa nuclear y más represor que nunca (ha encarcelado entre otros a mi admirado Jafar Panahi cuyo León de Oro de Venecia vi en una vitrina de su casa del norte de Teherán). La red, sobre todo en los EEUU, se movilizó, como nunca antes, por el terremoto de Haití ¿Habla hoy la aldea de la situación en ese desgraciado país?
Una de los acontecimientos más importantes de finales del siglo XX, con gigantescas consecuencias, queridos jóvenes y jóvenas, entusiastas ahora de las Wikifugas, se produjo sin la red social, sin Internet, sin teléfonos móviles, ni de los antiguos ni de los
“inteligentes”. Y fue hace nada, sólo 20 años. Fue un movimiento creciente de protesta de los alemanes del Este, los héroes de aquella revuelta, por el boca a oreja, como se dice ahora, en la que no hubo ni un muerto ni un herido y que acabó con los regímenes
“socialistas” del Este de Europa, la economía planificada, los sueños del viejo filósofo de Tréveris, con siglo y medio de luchas obreras. Aquellas gentes abrieron grietas en el muro de Berlín. Lo que no sabían los pobres, y nosotros tampoco, es que con ese momento histórico, de verdad, de lo buenos, daban carta blanca al capitalismo brutal, el único sistema que quedaba y cuyas consecuencias estamos viviendo desde 2007
Sin ciberleaks supimos del perverso apoyo de Washington a la aislada dictadura de Franco a mediados de los años 50 del siglo pasado. En medio de la guerra fría les venía bien porque era anticomunista. La subsecretaria para Europa del Departamento de Estado de los EEUU nos convocó a un grupo de “expertos” poco después del comienzo de la segunda guerra de Iraq, en Abril de 2003, para que le aclaráramos por qué España era el país más anti-EEUU de Europa en el caso de la intervención contra Saddam Hussein (84 % en contra). Los encuestados estuvimos de acuerdo en responder que los españoles de nuestra generación, nacidos en los 50, llevábamos en el código genético el malestar hacia Washington por el apoyo a Franco cuando el régimen estaba absolutamente aislado en la escena internacional y tuvo que inventarse aquello de la “tradicional-amistad-hispano-árabe” para tener algún apoyo. Era el único flanco que quedaba libre. Desde hace años, aquí por lo menos, ya sabemos que los EEUU son muy, muy malos.
Sin ciberleaks supimos del apoyo al golpe de estado en 1953 en Persia contra el primer ministro nacionalista Mohamed Mossadeq, expulsado del poder al intentar nacionalizar los recursos petrolíferos, en una operación llamada por cierto Ajax; (debía ser por aquello de la limpieza) orquestada por británicos y estadounidenses, viejos aliados en la zona(los británicos tenían el know how por su pasado colonial). Washington repuso al Shah en el Trono del Pavo Real ¿?, un hecho que desató una cadena de acontecimientos que todavía hoy tiene secuelas: represión interna en Persia, crecimiento de la miseria, auge del fundamentalismo chií, revolución islámica, apoyo de los países del Golfo a Iraq en la guerra contra Irán por el temor a que la rama chií del Islam se convirtiera en la guardiana de las esencias del Corán frente a los corruptos de la península arábiga, invasión soviética de Afganistán para taponar el flanco este, invasión iraquí de Kuwait,
(Primera guerra del Golfo), porque el emirato no había pagado lo prometido, apoyo de Washington a los talibán contra Moscú, los talibán que toman el poder, el 11S, la guerra de Afganistán (porque es guerra, ¿no?), la desgraciada invasión de Iraq…
Sin fugas digitales conocimos el apoyo de Washington a decenas de dictaduras y corruptos en América Latina y, ahora, en África. Sin fugas sabemos que los cachorros de los leones africanos guardan varios Ferraris y Aston Martin en sus villas de California mientras la población de sus países se muere de hambre. Tras el 11S sabemos que parte del dinero de Arabia Saudí, fruto de la glotonería petrolífera de los estadounidenses, va a parar a fundamentalistas islámicos.
El Watergate, anterior a la era cibernética, las revelaciones de Garganta Profunda, un alto cargo del FBI, como supimos después, asqueado con la administración Nixon, que contaba lo último a los reporteros Woodward y Bernstein en oscuros garajes de Washington, acabó con el mandato del presidente y es una referencia en el periodismo mundial. Por cierto, ambos, poco sospechosos de ser contrarios a las fugas, han calificado a Wikileaks de “organización terrorista”. Nada menos.
Ya en la era moderna y cibernética, el trabajo periodístico del maestro Seymour Hersh en The New Yorker, que desveló las torturas en la cárcel de Abu Ghraib, y las revelaciones del Parlamento Europeo sobre los vuelos secretos de la CIA hasta Guantánamo, autorizados por gobiernos occidentales, pusieron en más aprietos a éstos y a Washington que lo aportado hasta ahora por Wikileaks.
Y fugas en papel del gobierno de W. Bush intoxicaron a los medios impresos de los EEUU, empezando por The New York Times, en los meses anteriores a la guerra de Iraq, sobre unas temibles armas de destrucción masiva de Saddam que nunca aparecieron….
WIKI Y EL WHISKY
Habitualmente pensamos que los diplomáticos disfrutan de excelentes salarios, fantásticas mansiones y que se pasan las tardes con el whisky o el gin-tonic en la mano, de fiesta en fiesta. En general es así.
Pero no es sólo eso. Los diplomáticos están para informar a sus gobiernos de lo que sucede en el país de destino y presionar, si cabe, a favor de la política o la economía de su Estado. Un agregado alemán me contaba con ironía cómo tenía que justificar la venta de centrales nucleares a Brasil, un país al que la electricidad se le sale por los enchufes, a cambio de la importación de zumo de naranja necesario en el desayuno de los germanos para que no mueran de escorbuto, porque allí, en invierno, de vitamina C, nada.
Cierto es que hay diplomacias y diplomacias. No es lo mismo una embajada de una superpotencia que otra de un pequeño país europeo en un pequeño país centroamericano. Eso si que es un trabajo difícil, sobre todo para controlar el consumo de ron en las recepciones.
Hay diplomacias y diplomacias. Un alto funcionario español destacado en Washington en la era Aznar informaba a su gobierno a comienzos de 2003 que no habría guerra contra Iraq, cuando los carros de combate estadounidenses estaban ya en Kuwait, levantando una enorme polvareda, cerca de la frontera con el país vecino.
Queridos fanáticos de Wikileaks: tenéis que reconocer que es muy, muy duro el trabajo de los diplomáticos de los EEUU. Por ejemplo: saber qué piensa, si es que piensa algo, la llamada oposición española, aparte de protestar todos los días, asentada como está en la cava de puros de la calle Génova. Y aquí tenemos un WikiValencia y no dimite nadie.
Ahora con Wikileaks conocemos algo más, poco más, en negro sobre blanco, de lo que hace el servicio exterior de la Única superpotencia existente y el exceso verbal de alguno de sus embajadores, no pertenecientes a la carrera diplomática, como el antiguo banquero de origen cubano metido a embajador, Aguirre, que no sabe diferenciar algo básico en diplomacia, el telegrama informativo y la carta al ministro, de tono más subjetivo.
No nos sorprende la cortedad de una serie de dirigentes occidentales, el puterío de algunos (termino recogido en el diccionario de la RAE) y la corrupción de otros. No hay aquí ningún asesinato ni golpe de estado.
Pero, aparte de chismorreos, éste o aquel jefe de gobierno es arrogante o corto, alguna presión en privado hacia los jueces, mientras que en público se mantiene lo contario, intolerable siempre o que España pinta poco en la esfera internacional, no hay grandes revelaciones. Y el único que ha sido cesado ha sido el pobre jefe de gabinete del inexistente ministro de exteriores alemán Westerwelle, por ser lenguaraz con los “amis” como se les llama cariñosamente en Alemania a los que les libraron de Hitler (con la ayuda de la URSS, claro), porque ellos no fueron capaces o, más bien, porque estaban encantados con él hasta el ultimo día, luchando calle por calle contra los soviéticos en Berlín.
Un alto cargo citado por Wikileaks, muy positivamente, sostiene que en diplomacia debe haber un alto grado de confidencialidad, porque, en caso contrario, cambiarían las reglas de juego. “Cuando la próxima vez se me pregunte sobre la actitud ante la entrada de Turquía en la UE, por ejemplo, si Washington no sabe guardar las confidencias, lo más probable es que no hable o diga cosas insustanciales”, asegura.
Lo más grave de estas fugas no es lo que revelan, sino que el Departamento de Estado no sabe guardar sus papeles. Eso si es un fracaso monumental.
WIKI Y EL FUTURO
En la comunidad periodística de los EEUU hay un cauto silencio sobre el caso Wikileaks. Algunos académicos y medios han anticipado que, en caso de se consiguiera la extradición hasta ese país de Assange y fuera juzgado por desvelar secretos de Estado, estaría en peligro el respeto a la Primera Enmienda de la Constitución que vela por la libertad de prensa, de opinión y de culto. Podría sentar un precedente para encausar a otros medios en caso de revelaciones. Pero el Supremo respetó las filtraciones de los Papeles del Pentágono en 1971, que destaparon muchas mentiras y atrocidades de la guerra de Vietnam. El problema para los medios es definir si Wikileaks es una publicación periodística más u otra cosa. El gremio ve a Assange como la fuente, directa o indirecta, pero no como colega; como alguien mesiánico que pretende destruir el sistema, no denunciar irregularidades.
Assange no es periodista, es un viejo hacker. Este australiano, sin residencia fija, de vida nómada desde la infancia, padre a los 18 años de un hijo que desapareció con su esposa dos años menor que él, matemático e informático, al parecer muy, muy inteligente y, también al parecer, con gran afán de protagonismo, es capaz de pasarse dos meses enteros encerrado en un hotel de París, sentado ante el ordenador, mientras sus acólitos se encargan de la intendencia.
“The man in the news”, a la espera de la posible extradición a Suecia desde Inglaterra por asalto sexual, sale todos los días en la foto cuando va a presentarse a comisaría desde la idílica mansión victoriana de la finca de un seguidor en Norfolk-Suffolk, dedicada a la caza de faisanes, a 60 euros la pieza. Pero el que no aparece es el pobre soldado Bradley Manning, si es que fue el que filtró los documentos a Wikileaks, aislado como está durante 23 horas al día en la celda de una cárcel militar del estado de Virginia, muy duro en lo legal, sin acusación formal y sin juicio a la vista, algo inaudito, en una especie de Guantánamo interior. ¿Cual es la intención de los que le han encarcelado en estas condiciones? Que se rompa y cante, que acuse a Assange a cambio de una rebaja de la pena, porque podría ser condenado a 50 años de prisión.
Estamos en la sociedad 2.0, la nube está abierta a todo y para todos, nadie debe tener secretos, hay que airear las vergüenzas. Para los neofanáticos de la BlackBerry y del iPhone, con callos en los dedos de tanto teclear y acariciar las pantallas, respectivamente (una dolencia que ya se está estudiando en medicina, como la de dolor de codo con el ratón), todo debería ser filtrable. Todo. Lo público y lo privado, mensajes cifrados de vuestra parroquia al Vaticano, curas pajilleros que conozcáis, andanzas de vuestros vecinos (alargamiento de pene) o vecinas (operación de pecho); problemas con el casero, riñas en la comunidad de vecinos. En fin, todo lo que podáis imaginar, como dice la publicidad.
Aaron Sorkin, el excelente guionista de la serie “El ala oeste” y de la película “La red social”, asegura que en éste último caso él no ha pretendido hacer una película sobre Facebook, una red de la que él mismo no es usuario. Su drama tiene tintes más shakesperianos, la lucha de los modernos “nerds” por la emulación y la ascensión social. Y añade: “Estamos siendo muy narcisistas, compartiendo los detalles más mundanos de nuestras vidas como si fueran acontecimientos muy importantes. Hemos decidido que la privacidad no es una cosa valiosa para proteger y los adolescentes intentan superarse entre ellos para ver quién puede ser más público con su vida privada. No me gusta sonar alarmista. No soy un carca, pero tengo una hija de 9 años y estoy aterrorizado”.
Ahora, Assange protesta contra los cinco medios que han publicado los despachos porque no han tratado la información como él cree que debería haber sido. Él, que no es periodista sino hacker. Y, más aún: el autor de la mayor fuga de documentos de la historia se queja de “alguien” haya filtrado a The New York Times y The Guardian, dos de los medios que han publicado los despachos, sus andanzas sexuales en Suecia este verano con dos admiradoras, las señoras A y W; detalles escabrosos como la “autosatisfacción” desnudo de cintura para abajo en presencia de una de ellas, negarse a utilizar preservativo, en principio, y romperlo después durante la cópula, intencionadamente, con A ( ¿será acaso en sus horas libres probador de Durex?), o de una segunda coyunda con W, aprovechando el sueño de la pareja con la que acaba de tener sexo.
Suecia tiene una de las legislaciones más severas de Europa en materia de acoso sexual. Tanto, que algunos especialistas comentan que para tener la certeza de que una mujer no te denuncie después, sería conveniente tener de antemano y por escrito la aceptación del apareamiento. Hay seis veces más denuncias por violación que en Alemania, un país que cuenta con una población nueve veces mayor. Pero en Suecia no se revela el nombre del encausado hasta que éste haya recibido una condena en firme. Todo esto va en contra de Assange.
Sin embargo, los fanáticos de la red, los anti-USA y seguidores de Assange, empezando por Bianca Jagger, han montado una campaña viral en la que se parte de su inocencia absoluta en el caso de las andanzas suecas. Que todo ha sido una trama orquestada por la CIA, que ha contratado a agentes anticastristas con minifalda para pillar al pobre Julian.
Medios de la izquierda USA, como el prestigioso The Nation, han señalado que, si bien es cierto que hay que probar las acusaciones contra Assange, los virales también tendrían que probar su inocencia de modo más sólido. Y hay que tener cuidado porque los expertos dicen en sus manuales que los grupos informales sin una conexión autoridad fuerte son fácilmente manipulables.
Frente a los fanáticos de la nube, que sostienen que no hay vida sin Internet, el encaje de los miles de documentos ha supuesto para los medios que los han publicado una tarea ingente, que demuestra que el periodismo, el periodismo de calidad, de análisis y explicación, sigue y debe seguir estando vigente, quizá más que nunca. Aunque, como sostiene un prestigioso periodista español, exdirector de varios medios, lo peor que le puede pasara un editor es que se enamore de una historia. Aquí, El País sigue denunciando en primera viejas tramas en países lejanos, mientras que sus socios en esta aventura, The Guardian, NYT , Der Spiegel y Le Monde, han relegado Wikileaks a un cuarto plano, si es que publican algo. Apenas unas semanas después de iniciadas las revelaciones, se detecta una cierta Wikifatiga.
En otro campo, un detalle quizá más importante de este caso es que los incipientes ataques de Washington contra los servidores de Wikileaks y, como respuesta, los que se han dado contra las empresas que han bloqueado los ingresos a Assange por órdenes del Departamento de Estado, son indicios de lo que puede ser en un futuro, quizá próximo, una guerra cibernética, como contaba en un magistral artículo, una vez más, Hersh en The New Yorker.
China ha lanzado algunas batallas, como decíamos. Un diez por ciento de las centrifugaras enriquecedoras de uranio de Irán han dejado de funcionar, misteriosamente, debido a un virus extendido por ¿quién? La próxima guerra, quizá, no será con tropas, carros de combate, aviación o ni siquiera con bombas de guiado inteligente, sino cibernética.
Hoy todo es “ciber”. Las bolsas del mundo trabajaban hace años en corros, con papel, en mercados locales, con lentas operaciones que tardaban días en ser procesadas. Hoy, se compra y se vende en todo en el mundo, por importe de decenas de miles de millones de euros o dólares, con un clic de ratón. Potentísimos ordenadores en enormes edificios secretos, grandes como varios campos de fútbol (extraña medida contemporánea ésta), procesan los movimientos de las agencias de Wall Street en el vecino estado de New Jersey. Hasta 10.000 órdenes por segundo. Pero, quizá, todo este mundo sea también más sensible a un ataque que el viejo papel.
Los secretos son bonitos. Los espías de los Estados Unidos y de la Unión Soviética se autojustificaban en la época de la guerra fría, aquella en que se metía miedo a los ciudadanos con la amenaza de la extinción nuclear. Algunos eran agentes dobles y, alguna que otra vez, unos y otros se tomaban un whisky juntos porque, en el fondo, pertenecían a la misma profesión, eran compañeros. Y de vez en cuando salían magníficas novelas cuando los espías surgían del frío. Pero ahora no parece que estemos al borde de la extinción de la especie humana por una guerra nuclear, sino por otras causas como la estupidez humana. Y, de momento, los cables de Wikileaks no dan para una novela.
Pero los misterios han existido siempre. ¿Sabemos todo de nuestra pareja, de lo que piensa de verdad nuestro mejor amigo? No, y quizá es mejor que sea así.
Las grandes religiones se han basado en los misterios. Hace muchos siglos, los dioses o el Dios bajaban muy a menudo a la Tierra (cosa que no hacen últimamente), se reproducían con los humanos y los profetas ascendían a los cielos autopropulsados o en carros de fuego. ¿Nos desvelará algún día Wikileaks esos misterios?
Los misterios, los secretos, son bonitos. Los golpes de estado, los asesinatos por encargo de los estados, la presión a la justicia, el apoyo a las dictaduras y a los regímenes corruptos, no.