La cara dura del Poder
- Creado: Lunes, 02 Julio 2012 20:27
- Publicado: Lunes, 02 Julio 2012 20:27
- Escrito por Javier Sáenz Munilla
El Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) se planta y dice - su portavoz -, que no va a dar a conocer sus gastos a no ser que así se lo exija el Congreso. Ya saben los señores miembros del Consejo que, en principio, el Congreso, mayoría PP, no se lo va a exigir. Si no, el CGPJ no haría semejante afirmación, justo al día siguiente de que la escandalera sobre esa institución aumentara al saberse que ha estado pagando a sus miembros viajes interoceánicos en clase preferente, eso sí viajes de carácter profesional, a sitios tales como la Tierra Del Fuego argentina , Chengdú en China o Sidney en Australia.
Lo de Dívar, ex Presidente ya del CGPJ y del Tribunal Supremo, fue más o menos por el estilo. Ya dijo antes de tener que dimitir por la que se formó, que él no se arrepentía de nada porque nada hizo mal. Sólo una interminable lista de viajes de fin de semana ‘caribeños’ –de a cuatro ó cinco días cada uno- a hoteles de lujo, con cierta insistencia en uno de Puerto Banús, Marbella, Costa del Sol. Y en compañía, con gastos también al presupuesto del CGPJ, de su amigo y escolta personal Jerónimo. A quien Don Dívar –el Don en este caso, al modo siciliano- intentó elevar al rango oficial de consejero y que, por precavida oposición de sus colegas del CGPJ, tuvo que dejar en simple “asesor”, eso sí, con despacho y placa metálica en la puerta, en la sede del máximo órgano de los jueces. ¡Vaya caradura!
Y es que hay quien cuando ocupa un cargazo, lo ostenta con todas las consecuencias, creyendo, como ha sido en el caso de Don Dívar, que ya ha llegado al poder. Cuando el Poder, así con mayúscula, es otra cosa, digamos que menos estentórea y más eficiente. O en frase que se atribuye a Lenin y a Mao , que “salvo el poder, todo es ilusión”.
Poder y mucho, el que debe tener Rodrigo Rato, a juzgar por lo que se le ha permitido hacer; aunque el auténtico Poder no pide permisos. Don Rato, tiene además, en números redondos, muchísima más caradura que Don Dívar. Como mínimo 13.365 millones, que pueden llegar a 23.000. Aquella es la cantidad que, oficialmente, le falta a Bankia, pese a que en 2011 declaró unos beneficios de 300 millones de euros, siendo Don Rato su Presidente. Por sólo el 10% de eso, Mario Conde fue al trullo por el fiasco de Banesto en 1993.
Hay que tener mucho poder y cara dura para lo de Don Rato. Quien con el dinero de todos, ha ido tejiendo su red de protección, de poder, para usar en caso de necesidad; es un decir. ¿No fue Caja Madrid, junto a otras entidades, la que acudió en ayuda de Prisa -con el agua al cuello-, con un crédito-salvavidas de 1.800 millones en 2008? Seguro que no tuvo nada que ver en ello el que su, entonces y ahora, compañera sentimental, ya procedente del grupo Prisa, cuando ambos regresaron de Washington, tras dejar Don Rato la dirección del FMI, ella se reintegrara al grupo en la nada incompatible posición de redactora del área de economía internacional del suplemento Negocios, encargada entre otros menesteres de informar sobre el FMI.
La gestión de Don Rato en el FMI no fue muy brillante que digamos, si nos atenemos a la situación en la que estamos y según el baremo de los paganos, o paganinis si prefieren. Pero, para los que tienen sombra bajo la que acogerse, fue la suya la faena propia de un poderoso y al servicio de tal causa. La de ellos. Como señala Ernesto Ekaizer en “Indecentes. Crónica de un atraco perfecto” (Espasa), Don Rato desde el FMI impuso el silencio a quienes, como el propio economista-jefe de la institución Raghuram Rajan, advertía desde 2006 del peligro que para la economía mundial suponía el previsible estallido de la burbuja inmobiliaria. Y así se tejió el gran negocio –para ellos- de la crisis de la deuda.
Como cuenta la excelente publicación mensual “Mongolia” en su nº 4, Don Rato ya fue un maestro en el arte de eludir los conflictos de intereses entre lo público y lo privado, durante su etapa como Vicepresidente económico del gobierno, mediante las grandes privatizaciones que pusieron en poder de unos pocos empresarios amigos un potencial económico considerable. Además, la mano que parte y reparte no se olvidó entonces de su parte. Así, el crédito de 525 millones de pesetas para la asfixiada Munimo, empresa de la familia Rato, precisamente a través del HSBC, banco clave del caso Gescartera. O la adquisición en 1.999 por Banesto –banco intervenido y salvado con dinero público- de paquetes de acciones en tres empresas de la familia Rato. O la decisión de la empresa pública privatizada Aldeasa de contratar todos los viajes con Ibermar, agencia vinculada al ministro privatizador Rato. O la inyección de 40 millones de pesetas de publicidad de Repsol, recién privatizada, a las seis emisoras de radio de la cadena Rato, con 26.000 personas de audiencia total.
El poder es el poder y a veces su marca viene desde la cuna. Ramón Rato , padre de Don Rato, salió en los papeles en 1966 por el escándalo del Banco de Siero, que dirigía y acabó entre rejas, junto a su hijo del mismo nombre, por evasión de capitales; además fue multado con 160 millones de pesetas. El gobierno franquista tuvo que inyectar fondos público al Banco de Siero y al Banco Murciano, también propiedad de Rato, para que no quebraran. Ramón Tijeras lo cuenta en “Los Rato (1975.2002)” (Plaza y Janés), cuya escasa difusión se debe, según Tijeras, a la presión de César Alierta, presidente de Telefónica, que controla la distribuidora Logista. En Marzo de 2011 –lo cuenta también ‘Mongolia’- Tijeras recordaba estas cosas en su blog y decía: “Yo ya he sacado mi dinero del nuevo Bankia, por si acaso”.
Me parece que el hijo de Rato tiene más poder y, por tanto, más caradura y que esta vez se va a librar del trullo y de la multa. De momento se libra, lo libra Mariano (¿o, Don Mariano?), hasta de informar.