El dolor y la desazón de la oposición guineana.
- Creado: Miércoles, 16 Diciembre 2009 13:54
- Publicado: Miércoles, 16 Diciembre 2009 13:54
- Escrito por Enrique Peris
Está dolido Plácido Micó con la diplomacia española y con la política del actual gobierno respecto a Guinea Ecuatorial. El líder y candidato del CPDS, Convergencia para la Democracia Social, un partido de inspiración socialdemócrata, miembro de la Internacional Socialista y opuesto, en la medida de lo posible, que no es mucho, y siempre por vías pacíficas, a la dictadura de Teodoro Obiang, acaba de expresar en Madrid el desánimo y el desconcierto de su grupo por el hecho de que Europa y la comunidad internacional en general pierden interés y juegan un papel cada vez más marginal en la causa de los derechos humanos en su país.
El dinero del petróleo y sus condicionantes, y un cierto pragmatismo con algo de fatalista y bastante de interesado, están detrás de ese olvido, a pesar de que la realidad y los índices de desarrollo (“el espejismo del desarrollo”, en la expresión que utiliza Micó) muestran que el nivel de vida y las condiciones de la existencia diaria de la población ecuatoguineana han ido a peor en los últimos años, y que el discurso y la actitud de Obiang se han radicalizado y han ganado en agresividad hacia cualquier tipo de oposición o de alternativa política.
Se duele, sí, Plácido Micó, de que los partidos que propugnan la democracia, como el suyo, ya no cuentan con España, que parece más inclinada a “agradar a Obiang”, dice, en aras de esa normalización que propugna el ministro Miguel Ángel Moratinos. Y eso a pesar del poco edificante espectáculo político que han sido las últimas elecciones en la antigua colonia española, sin prensa extranjera, ni observadores internacionales, ni testigos incómodos o entrometidos (¿para qué?).
Pero es que esa “defensa de los intereses españoles” como norma inspiradora parece haber alcanzado al propio Partido Socialista como tal, correligionario, en teoría, de la formación política de Micó, que se duele también de que ni siquiera el PSOE ha denunciado el pucherazo electoral de finales de noviembre. Hay muchas y honrosas excepciones, desde luego, y la más destacada es la de Juan José Laborda, que apoya una salida democrática y no violenta para Guinea Ecuatorial, y en este sentido respalda plenamente (como lo hizo de forma expresa en un coloquio organizado por la Asociación de Periodistas Europeos) la opción de Plácido Micó y del CPDS, que se enfrentan al régimen de Obiang desde el interior de Guinea, es decir, sobre el terreno, en una tarea poco agradecida y con mucho de heroica.
Nadie les escucha, ni les considera. “Las empresas españolas que quieren hacer negocios en Guinea Ecuatorial huyen de nosotros (es decir, de los grupos de la oposición) como de la peste”, dice Micó. Desde el régimen les advierten claramente que no se les ocurra “hacer política”.
Y, claro, esa actitud tan pragmática de la política exterior española contribuye a taponar cualquier apoyo o cualquier aproximación por parte de Europa a la pelea por la democracia y la libertad de los guineanos. Si España, que es, como antigua metrópoli, una referencia respecto a Guinea Ecuatorial, se desentiende de esa causa, no es fácil que algún otro país de la Unión Europea le preste atención, para no crear confusión o recelos. Y esa es una de las cosas que más dolor y desazón le producen al CPDS y al propio Micó, al que le queda en cambio el consuelo (y la esperanza vaga) de que la administración de Barack Obama sí ha prometido, al parecer, interesarse por la defensa de los Derechos Humanos en el país africano y tener en cuenta esa cuestión en sus relaciones con el régimen de Obiang. Algo es algo.