Cómo salir del embrollo Trump
- Creado: Miércoles, 11 Noviembre 2020 07:49
- Publicado: Miércoles, 11 Noviembre 2020 07:49
- Escrito por Javier Martín-Domínguez
Publicado originalmente en Atalayar.com
Difícil que un presidente en el cargo sea desalojado de la Casa Blanca. Solo le ocurrió al demócrata Carter en el 80 y a Bush Padre en el 94. Los demás arrasaron. Trump se paseó hasta el final de la campaña en Air Force One usándolo de fondo de escenario como escudo protector y para alargar su imagen de poderoso. Pero no sabía él, tan fanfarrón, que se la tenían guardada. Porque los demócratas poseían una serie de armas, más cortas, pero más eficaces, para forzarle a salir del 1600 de Pensilvania Avenue.
Primero había que derrotarle, y fue preciso encontrar al senador adecuado (solo un senador podía concitar el apoyo del establishment) para la operación de derribo. Cuando Richard Nixon se convirtió a raíz del Watergate en un peligro para todo el sistema- como lo ha sido Trump de forma creciente –hubo finalmente que conminarle para que abandonara la Casa Blanca. Su actitud en otras circunstancias era tan tozuda como la exhibida ahora por Trump.
Entonces se formó un grupo de senadores de su propio partido, encabezados por el nada sospechoso y ultraconservador Barry Goldwater, para hacerle ver que el país necesitaba que diese un paso al lado y abandonase el puesto. Era un presidente en ejercicio, por lo que aquella visita y la decisión a tomar eran incluso de mayor tensión que la actual.
Un testigo privilegiado de aquella época, el periodista del The Washington Post, Carl Bernstein, señala que sus fuentes en el Capitolio le confirman que al menos la mitad de los senadores republicanos (unos 25) son críticos con el presidente Trump. Nada más parecido al Senado romano que esta cámara alta norteamericana, donde los cien hombres del poderoso sanedrín son los que administran las esencias de la nación y ejercen su poder de forma colectiva. Tremp ha resultado ser un hombre ajeno al sistema desde el inicio, incapaz de alcanzar compromisos, y por ello se han granjeado la enemistad o al menos la sospecha de la mayoría de los que deberían estar a su lado. El baile de cargos de confianza en la propia Casa Blanca lo dice a las claras.
Pero es el Senado todopoderoso el que le ha mirado de reojo con mayor recelo. Por eso debía ser uno de los suyos quien le plantear la batalla, organizase el plan de ataque y se mostrase digno de sustituirle en el cargo con todas las garantías de que respondería a “la llamada de la nación” ofreciendo unidad y un mando sereno. Uno de ellos desde 1973, un hombre dialogante como buen católico, amistoso como buen irlandés, Biden es un bipartidista, un hombre que logra acuerdos a izquierda y derecha, ideal para la misión de sustituir a un líder peligroso y de conseguir coser las heridas. Haber presidido además la todopoderosa Comisión de Justicia senatorial le da un marchamo de hombre seguro para el sistema.
Pero zafarse de la ola populista lanzada por Trump no iba a ser tarea fácil una vez conseguida las complicidades del corazón del sistema. Los votos son los votos y había que levantarlos. Uno a uno.
La maquinaria electoral demócrata, que se desengrasó en la operación Hillary, había conseguido reorganizarse años antes frente al tsunami reaganista y llevó al poder tanto a Clinton como a Obama. 16 años de poderío demócrata. Con una seria puesta al día podría combatir el desenfreno de un presidente que regala los oídos de la vieja América con su discurso ultranacionalista. Así que el plan para desalojar al “presidente antisistema” se puso en marcha, con estas bases:
1-ENGRASAR LA MAQUINARIA. - No está tan oxidada como algunos creyeron la vieja maquinaria demócrata que levantaba elecciones desde los tiempos del viejo Alcalde Da ley en Chicago. Desde entonces sacaban votos desde debajo de las piedras, o de las cloacas. Tras la ola del reaganismo que les arrasó, los demócratas se recompusieron con Clinton. Perdieron por unas papeletas frente a Bush y retornaron con el clan de Chicago empujando a Obama. Su vicepresidente conoce bien la máquina y la ha empleado a fondo. Su toque magistral fue en la madrugada electoral. Cuando nadie esperaba un resultado definitivo, anunció que comparecía, y dejo estupefacto al propio Trump anunciando que el camino para su victoria estaba abierto. Trump fue obligado a pronunciarse, sin estilo, brabucón, y mintiendo. La trampa estaba tendida. La provocación había funcionado.
2- AGLUTINAR LA DIVERSIDAD. Los demócratas pescan en muchos caladeros. Suman minorías. Mientras, los republicanos se quedan con la clase pudiente, los cristianos más radicales y los trabajadores de la América profunda. A veces la clase media. Pero esa tambien es un objetivo de los demócratas. Cuando la han movilizado (con Clinton, con Obama), salen victoriosos. Con un enemigo común tan fuerte como el COVID- que araña los puestos de trabajo y encarece los gastos médicos –la ocasion era perfecta para meter más votos en la red demócrata más sensible a las cuestiones sociales. El cinturón del óxido y los votos de Pensilvania se trabajaron seriamente en esta ocasión.
3.- LAS MUJERES COMO VOTO DETERMINANTE. Parece mentira que Hillary perdiese. Ahora podíamos pensar en una conspiración de la maquinaria. No quisieron apoyar la vuelta de los Clinton- ni siquiera su marido lo quería –y la dejaron naufragar frente a un candidato imposible como era Donald Tremp hace cuatro años. Hillary- como en toda su carrera de chica número uno –pecó de lista. Hizo la campaña por libre, y el partido no hizo el esfuerzo final en la zona industrial del norte y en Pensilvania. Lo pagó caro con su triste derrota. No ganó en los lugares que debía para alcanzar la victoria. Ahora, las mujeres han tenido una nueva estrella, más cercana, mas asumible tambien por los hombres. Kamala, que tendrá mucho que decir en esta etapa.
4.-LOS NEGROS SÍ VOTAN. - Lo peor de la población negra como grupo electoral es que apenas votan. Los demócratas les cobijan, les favorecen con subvenciones, y a la hora de recibir la compensación electoral se quedan cortos. Esta vez la oleada contra el racismo y la violencia policial prendió seriamente. El caso Floyd y el movimiento Black lives matters ha sido determinantes. Se ha conseguido registrar por parte del partido a muchos nuevos votantes de color y rellenar sus papeletas para el voto por correo. Esta vez podían quedarse en casa el día electoral, porque el voto ya estaba enviado para este largo recuento de infarto. Georgia es un caso palmario.
5 – EL VIRUS QUE CAMBIÓ TODO. La pandemia no ha sido controlada de manera alguna por Trump. Con su dejación ha conseguido crear un ánimo negativo contra su propia persona, que se ha traducido en un gran voto de castigo a la presidencia actual. El requiebro teatral de anunciar ser víctima de la enfermedad y su cura milagrosa no ha provocado más que un escepticismo mayor o la sospecha de si hay una cura para los ricos y no para el resto de la humanidad votante. Estados como Georgia (con su población amplia negra y de militares) o como Nevada y Arizona (con un voto hispano mexicano creciente) podrían haber votado de otra manera sin este acicate de una mejora en los sistemas de salud. El miedo a perder votantes se reconvirtió en el arma decisiva de fomentar el voto por correo. Trump vio el `peligro y lo denunció de antemano como base de una posible derrota que empezó a ver más y más verosímil. La oleada del voto no presencial finalmente lo anegó. La maquinaria demócrata renovada en su día por Obama (con Biden de vicepresidente) volvía por sus fueros.
Y una sexta clave que encierra todas las demás y es el comportamiento de un presidente que ha provocado tanto a sus defensores como detractores una sensación de personaje fuera de control. Hasta ahora América compraba en las elecciones por una parte la capacidad de liderazgo y por otra, igual de importante, la seguridad que proyecte el personaje que represente y defienda la nación. Cuando el hombre del maletín atómico resulta tener las tendencias psicológicas de un tahúr o un pirómano llega el día clave y lo ponen de patitas en la calle. Fuera de la Casa Blanca.
Un hombre del aparato, de la estructura, del establishment, el de mayor edad en aspirar a la presidencia es la figura de compromiso que han encontrado los votos populares y las fuerzas motrices del sistema americano para finalmente deshacerse un peligro, nacional y mundial, llamado Trump. Sobre Biden el establishment americano si tiene un consenso. Trump ha sido capaz de hacer sonar las alarmas del peligro chino, y la globalización. Pero ahora le toca dejar el sillón a una personalidad que no ponga en peligro la propia esencia del sistema americano. Un senador histórico es el repuesto.