Bruselas/Budapest: el inesperado impacto de la orgía del confinamiento
- Creado: Domingo, 06 Diciembre 2020 08:52
- Publicado: Domingo, 06 Diciembre 2020 08:52
- Escrito por Paco Audije
Publicado originalmente en Periodistas-es.com
Quizá no sea el desastre definitivo, pero el impacto de la orgía fallida del eurodiputado József Szájer debilita a su amigo fraterno, Viktor Orbán, primer ministro de Hungría, empecinado líder de esa derecha extrema incrustada en el poder de los gobiernos húngaro y polaco.
Eso sucede, además, en un momento en que dentro de la Unión Europea esos dos gobiernos amenazan con bloquear los trámites (y la simple negociación) de los fondos europeos destinados a aliviar los efectos negativos de la pandemia en los países de la Unión.
Por el momento, la UE sigue adelante con la tramitación del presupuesto para 2021 y Bruselas no ha descartado aún el reglamento que permitiría condicionar los beneficios del marco financiero general para 2021-2027 a la obligación de respetar el Estado de derecho, tal como queda definido en la legislación europea común.
Tras la publicación del enredo y los subterfugios del ínclito Széjer, Orbán ha recibido un misil inesperado contra su empeño de erosión paulatina de los derechos democráticos en su país y en el resto de Europa. Los predicadores de los « valores húngaros », que se precian de oponerse a los derechos ciudadanos de los homosexuales, y que preconizan la « defensa de la familia tradicional » no saben –por ahora- donde esconder sus vergüenzas.
En otro registro, debo señalar que conozco bien el barrio del centro de Bruselas en el que tuvo lugar aquella –digamos- orgía del confinamiento. Viví a doscientos metros de allí. Y me parece increíble cómo un grupo de veinticinco hombres bebidos, drogados y –según la policía- desnudos, pudo llegar a pensar que su festejo privado iba a pasar inadvertido. El apartamento en el que incumplieron todas las normas belgas del confinamiento está en la rue des Pierres, a dos pasos de la Grand-Place y del mundialmente celebérrimo Maneken Pis. Está también junto a un gran local, llamado Ancienne Belgique, donde se celebran los más concurridos y celebrados conciertos de música de pop-rock de la capital belga. Y casi en la esquina más próxima, se ubica también la comisaría principal del centro de la capital europea, abierta al público durante 24 horas. Cabe preguntarse entonces si los participantes en aquella orgía pudieron llegar a creer que los llamados valores húngaros (Orbán los llama así) o los pasaportes diplomáticos presentes en el fiestorro conllevaban algún tipo de impunidad. Los orbanianos valores familiares, desde luego, resultaron invisibles en esa ocasión. Y el ruido empujó a los vecinos a llamar a la muy cercana comisaría.
Recordemos que la fiesta fue el viernes 27 de noviembre. Y que József Szájer tardó casi dos días en comunicar su dimisión. Lo hizo el domingo 29, alegando oscuros motivos personales (« tensión mental creciente », dijo), cuando aún no habían sido publicados los más brillantes detalles de su tragicómica historieta.
Llevaba quince años como significado europarlamentario de la derecha extrema húngara. Luego, tras divulgar la prensa belga, las abracabrantes circunstancias del asunto, su partido (FIDESZ) tuvo que admitir que su dimisión repentina no se debía únicamente a su cansancio personal.
Pero la nota del partido ultraconservador húngaro todavía trató de defenderlo : « Ha jugado un papel crucial que ha permitido a los conservadores y a la democracia cristiana húngara asumir el lugar que les corresponde en la política europea », señaló el FIDESZ en un comunicado de primera hora.
Después, se produjo un salto mortal completo tras lo publicado en los medios de comunicación. « Lo que ha hecho nuestro colega, József Szájer, no corresponde a los valores de nuestra comunidad política », rectificó el propio Viktor Orbán, quien sin embargo recordó que no olvidarían la labor del dimitido : « No repudiamos sus treinta años de trabajo, sino sus actos que no son aceptables, ni defendibles ».
Ambos personajes tuvieron un papel crucial en la fundación del partido FIDESZ-Unión Cívica Húngara, entonces –en 1988- como FIDESZ-Alianza de Jóvenes Demócratas : una organización anticomunista que, en sus inicios, se consideraba social-liberal.
El problema es que József Szájer ha sido hasta ahora fundamental para mantener los lazos de Budapest con los sectores considerados moderados del Partido Popular Europeo, donde desde hace tiempo son recurrentes las voces de esa familia política que piden la expulsión de FIDESZ del seno del PPE.
Añadiremos -caso aparte- que Tamás Deutsch, otro de los eurodiputados de FIDESZ -también cofundador del partido- se ha situado hace poco en el disparadero del PPE por haber llamado « hombre de la Gestapo » a Manfred Weber (católico de la CSU bávara, jefe del grupo conservador en el europarlamento). Recientemente, Deutsch ha llegado a comparar con los métodos nazis y estalinistas la idea de condicionar la posible recepción de fondos europeos al respeto imprescindible del Estado de derecho. Indescriptible. Tamás Deutsch se ha disculpado después, pero hay que ver esas disculpas en el mismo nivel que la dimisión por fatiga mental de su colega Szájer.
Sin embargo, Orbán sigue dispuesto a resistir la idea del condicionamiento de los fondos europeos al respeto del artículo 2 del tratado de la UE. Según el líder húngaro, « las cuestiones económicas y las políticas no deben mezclarse ».
El problema es que las malas noticias se acumulan para Viktor Orbán. Tiene ante sí, entre otros puntos negros, la seria incidencia de la pandemia, a pesar del primaveral anuncio gubernamental de que -en Hungría- vencerían al coronavirus antes del verano. La prolongada desinversión sanitaria, propiciada desde hace años por los gobernantes húngaros, ha probado una vez más que los bulos y los discursos no sirven para derrotar a la Covid-19. Por otro lado, la derrota de Donald Trump y la inminente llegada de Joe Biden a la presidencia de Estados Unidos son otro mal augurio para Orbán, declarado aliado de Trump en Europa.
De modo que la presión que recibe desde Bruselas le llega cuando más duele. Incluso desde el seno de su propia familia política, donde no faltan los conservadores europeos molestos con los ejemplos autoritarios que ofrece el gobierno de Hungría.
En Budapest, contra viento y marea, los medios orbanistas reiteran sus discursos antimigrantes, anti Soros (« todo es un plan de Soros ») y de nuevo antialemanes : apoyándose en divagaciones de un exjefe de los servicios de información llegan a sugerir que la fallida fiesta bruselense fue una trampa que habrían tendido ciertos servicios secretos extranjeros (alemanes, por supuesto) al mejor hombre de Budapest en la capital de la Unión Europea.
Si Hungría no estuviera donde está, Viktor Orbán ya habría iniciado su Bréxit. Pero es consciente de que la posición geografica y la potencia húngara son distintas a las del Reino Unido. Y sabe que la orgía del confinamiento es un misil más que acaba de impactar en su navegación. En sus más viejos delirios políticos.
No obstante, cabe esperar de Orbán -que como en ocasiones similares- inicie una nueva huida hacia adelante. Es consciente de que ahora todo le será un poco más difícil.
Por el momento, recrea lo sucedido a su amigo József Szájer, quien el viernes 27 de noviembre, hacia las diez de la noche, intentó escapar deslizándose hacia afuera por una tubería exterior del apartamento en el que se celebraba aquella alegre fiesta gay. La policía belga le estaba esperando a pie de calle. La suerte no acompaña siempre los delirios de los más pertinaces. Ni en Bruselas, ni en Budapest.