Llegar al corazón y la razón: cómo acercar la Conferencia a los ciudadanos y a los medios

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(artículo publicado en el libro La Conferencia sobre el Futuro de Europa en Marcha, de Los Libros de Catarata)

¿Las políticas de información y comunicación de la Unión Europea han logrado cerrar la brecha entre las instituciones y la ciudadanía? La pregunta surgió en un coloquio organizado por Europa en suma previo a las elecciones de 2019. ¿Y cuál es la respuesta? La mía es que estamos en camino, pero para el éxito pleno hace falta anotar un número considerable de condicionantes. Y el principal de todos es que Europa no debe decidirse en los despachos. Hay que dar voz a los ciudadanos, de maneara organizada y sistemática, y en todos los frentes. Y si la Conferencia se adentra finalmente en reformas institucionales pendientes, de calado, podemos conseguir que se politicen verdaderamente las instituciones y que la ciudadanía cobre protagonismo, se sienta partícipe del proceso de construcción europea. Las listas transnacionales y el respeto al candidato principal de esas listas, pongo por caso, nos situaría en la buena dirección para que los europeos no seamos sólo receptores pasivos de las políticas que sufrimos/disfrutamos.

Es cierto que los europeos -y el Eurobarómetro es testigo de ello- pedimos cada vez más competencias para la UE en detrimento de los gobiernos nacionales. Es una señal inequívoca de que hemos entendido los riesgos de la globalización y, por tanto, la necesidad de trabajar unidos y coordinadamente en el seno de la UE. Pero también es verdad que esa cesión de poder, de soberanía, en favor de unas instituciones en las que muchos no se ven o no se sienten representados de manera efectiva, debe tener de manera inmediata respuesta en propuestas como las ya comentadas sobre democracia representativa.

Y añadamos, además, que la Unión Europea es un concepto muy complejo, enormemente difícil de explicar. A veces lo intento con mi alumnado, previa pregunta al aire sobre cómo definirían lo que es la UE. Algunas de las respuestas podrían formar parte de una antología del disparate. Está claro que hace falta un nuevo diseño institucional y ello nos ahorraría muchas explicaciones. Espero que haya muchas propuestas en ese sentido en esta Conferencia. Pero mientras eso llega los ciudadanos medimos a la UE en términos de eficacia.

 

Europeizar la esfera pública

Hemos llegado a unos de los puntos neurálgicos: el problema de la falta de un demos europeo, una verdadera opinión pública europea más allá de que tengamos símbolos comunes, de que la bandera nos identifique, el himno nos emocione y el euro nos multiplique. Lo recordaba el profesor de UCM, Rafael Diaz Arias en la jornada EUROPA ES EL MENSAJE: “Un debate común en el que se manifieste una verdadera opinión pública europea no se producirá sino en torno a decisiones tomadas directamente por la ciudadanía sobre grandes proyectos europeos”.

Abordar las dificultades para europeizar la esfera pública es una prioridad en la que debemos comprometernos todos los europeístas desde este momento. La toma de decisiones en democracia debe ir precedida de un debate público abierto y, para que ese debate público sea amplio, abierto y diverso, en Europa hace falta un ecosistema mediático europeo que pueda generar una opinión pública europea. Y ahí estamos todavía en los prolegómenos, entre otras cosas por la diversidad de lenguas. De todas formas, si ese fuera el único problema, la propagación del inglés en todos los sistemas educativos de los 27 resolvería el problema. Pero no es sólo un asunto lingüístico.

Hablemos de sentido de pertenencia. ¿Nos creemos Europa? ¿Como patria? ¿Como accidente geográfico-administrativo? Si hiciéramos una encuesta, es claro que podría haber respuestas afirmativas a las tres preguntas. Pero ocurre que la historia compartida en el viejo continente tiene mucho más de desgarros y enfrentamientos que de proyectos comunes hasta el Congreso de la Haya de 1948. Claro que no puede haber un sentimiento patriótico en torno a la Unión Europea, no; no es eso lo que nos une. Por eso hemos guardado todos los fantasmas en el armario. Y nuestra actitud hacia Europa en función de las respuestas que demos a esas preguntas va a ser diferente. La principal diferencia entre hablar de una patria, chica o grande, y un ente abstracto, es evidente -escribía para Europa en suma Pedro González,, fundador de Euronews-: de la primera se habla con indisimulado cariño, se reconocen los defectos, aunque siempre minimizados ante las grandezas reales, posibles o incluso imaginadas. Al ente abstracto en cambio no se le pasa ni una; es más, hay una mayor proclividad a magnificar los defectos, dar por supuestas las virtudes y relativizar las ventajas.”

 

Corazón y razón, emoción y eficacia

A la UE llegábamos hasta ahora con la razón, con el convencimiento de que juntos somos mejor, más fuertes y más eficaces para solucionar los problemas de los ciudadanos. Lógica aplastante. Ahora tenemos que llegar también con el corazón. Y eso es hablar de sentimientos. Y sólo pueden venir de las emociones.

Debemos poner nuestra historia y nuestra herencia filosófica, artística y científica –nuestra alma- al servicio de un nuevo cuerpo político que sea capaz de armonizar valores y realidades, que sea eficaz y que tenga capacidad y sensibilidad. Pero para ello necesitamos materia prima. Y materia prima en este proceso es una ciudadanía europea consciente y activa en la defensa de los valores que han dado sentido a este proyecto común, que sea capaz de impulsar esos valores más allá de nuestras fronteras, convirtiendo a Europa en un socio global fiable, respetuoso, respetado y un referente ético permanente y no de conveniencia que es la única manera de que nuestra voz no sólo se oiga, sino que se escuche. Y materia prima es también una dirigencia política valiente, imaginativa, lúcida y con un punto de osadía rompedora siempre necesaria en tiempos de apatía política e intelectual. Estos mimbres pueden aportar corazón o alma al proceso de construcción europea. De esos valores compartidos, que cotizan a la baja en todo el mundo, pueden derivar emociones y sentimientos de pertenencia.

Las crisis, si al final se resuelven satisfactoriamente, estrechan lazos y relaciones intensas. Vivir situaciones límite y caminar peligrosamente sobre el alambre asumiendo riesgos inimaginables provoca una comunión de ideas y sentimientos que se traducen en nudos imposibles de desatar. Y algo así ha ocurrido en Europa con la pandemia. Afortunadamente las emergencias aceleran los procesos históricos y de eso sabemos en la Unión Europea, que ha crecido y expandido competencias a base de crisis. Decisiones que en condiciones normales llevarían años y años de deliberación, de saltos hacia adelante y pasos hacia atrás, se aprueban en cuestión de horas. Ahora es el momento de consolidar esas propuestas y de abrir el debate y buscar soluciones definitivas que hasta ahora no han pasado del papel o de una improvisada solución de urgencia. Y la Conferencia ha llegado para ayudar a esa consolidación.

La Conferencia, por tanto, debe servir para lanzar desde el movimiento europeísta una gran movilización ciudadana, con actos, iniciativas colectivas, propuestas, debates… Agitar y comunicar para divulgar. Para difundir el proyecto europeo, para hablar de la UE como necesidad, para que siga siendo conciencia crítica en los foros internacionales porque es ahí donde deberán tomarse decisiones fundamentales para el futuro del planeta en los próximos meses y años. Una gran movilización para el empoderamiento ciudadano en detrimento de la vigilancia totalitaria, siguiendo a la dicotomía de Ferrajoli.

 

Un tuit de Trump vale por muchas conferencias europeas

Cuentan que fue la respuesta de un editor ante la insistencia de una de las redactoras en darle un espacio razonable al Consejo Europeo, la cumbre de jefes de estado y de gobierno. Y en ello estaban hasta que llegó el enésimo exabrupto del que fuera presidente de Estados Unidos. Y ya saben aquello de “las redes arden”. ¿Arden? Comentan o retuitean, muchas veces de la mano de granjas de bots o la compra de perfiles falsos como punta de lanza de una campaña de márquetin digital. ¿Y qué? Pues nada, cero compromisos, cero iniciativas, cero propuestas. Humo. Pero una Conferencias sobre el Futuro de Europaque dice buscar sobre todo el protagonismo de los ciudadanos para que podamos compartir ideas sobre nuestro futuro común tiene que lanzar ese ejercicio democrático más allá de tuits o campañas de márquetin: debe promover un debate abierto, inclusivo y transparente sobre nuestros retos y prioridades. Bien, pues ya está dicho. Lo difícil es cómo hacerlo. Y a esa tarea nos encomendamos.

La comunicación es importante, muy importante, pero sola no arregla nada: no endereza políticas ni gana voluntades si hemos cometido errores o hemos tomado caminos equivocados. Los problemas de comunicación derivados de políticas alejadas o insensibles a las preocupaciones sociales y el hecho de que muchos ciudadanos hayan podido ver, creer o sentir que hay instituciones europeas que no los representan están lanzando el populismo y el rescate de los discursos nacionalistas, que ahora se relanzarán tras la catarsis de la Covid19. Porque para la ciudadanía es difícil discernir si ha sido el Consejo, la Comisión o el Parlamento quien rechaza los eurobonos; tampoco los medios distinguen y acaban por meter en el saco de la UE cualquier debate o decisión de cualesquiera de sus instituciones.

Lo cierto es que no facilita mucho las cosas que la Unión sea cada vez más intergubernamental y menos comunitaria o federal; que, no obstante el esfuerzo unificador de la comunicación europea durante la etapa Juncker, pervivan un conglomerado de instituciones y organismos que a veces da la impresión de que compitieran entre sí. Y a la gente no le interesa cómo funcionan las instituciones europeas, sino que funcionen, que sean eficaces y que la ciudadanía note sus efectos.

 

Primera etapa: la Conferencia como elemento de agitación

Abranos la caja de Pandora de los males que nos aquejan y pongámonos manos a la obra. No toca discernir si son galgos o podencos, toca debatir, analizar y proponer. Toca ponernos en modo agitación para alcanzar las más altas cotas de participación ciudadana. No es el momento de discutir sobre procedimientos y las maneras de encauzar el enorme caudal -espero- de propuestas de reforma, sea a través de iniciativas legislativas o, llegado el caso, de la reforma de los tratados.

En los últimos años nos hemos quejado amargamente de las políticas de austeridad, de una Europa social que nunca pasaba de ser un eslogan acertado, y de la falta nuevos y grandes proyectos sociales, como pudo ser el programa Erasmus. Pero ahora la situación es otra: los Fondos Next Generation, la emisión de deuda mancomunada, la coordinación para hacer frente a la covid, la apuesta, parece que decidida, por la Europa de la Salud o la esperanzadora Cumbre de Oporto, si sabemos poner negro sobre blanco las iniciativas legislativas que se sugieren… nos sitúan, con muchas amenazas, cierto es, ante un horizonte federal de enorme trascendencia.

La presidenta Von der Leyen nos ha invitado claramente a todos los europeos a hacer oir nuestra vez para decir en qué Europa desean vivir, darle forma y aunar fuerzas para ayudarnos a construirla. Las expectativas de los ciudadanos son claras: quieren expresar su opinión sobre el futuro de Europa en asuntos que afectan a sus vidas. Nuestra promesa de hoy también lo es: les prestaremos oído y, a continuación, actuaremos”.También el presidente del Parlamento, Sassoli, ha subrayado la oportunidad que se nos presenta “para que todos los ciudadanos europeos y nuestra sociedad civil configuren el futuro de Europa, un proyecto común para el funcionamiento de la democracia europea.”

A pesar de todo, a estas alturas no tenemos claro si la Conferencia será sólo eso, conferencia, o podría acabar en Convención y en una Conferencia Intergubernamental. Es evidente que a muchos les gustaría dar carpetazo a la Conferencia cuanto antes con lo que en argot taurino llamaríamos una faena de aliño con algo de pompa de las grandes ocasiones, aunque el neonato sea un ratón de madre gigantesca. A otros, sin embargo, nos gustaría llegar mucho más lejos, pero empezamos por lo primero, la agitación, la movilización, que ya llegará el momento de la presión.

A mantener esta hoja de ruta ayudan precedentes históricos especialmente alentadores. Pensemos que, en principio, la Convención Europea que debía alumbrar una Constitución para Europa sólo debía responder a 65 preguntas formuladas por el Consejo Europeo de Laeken de 2001. Preguntas planteadas sin visión de conjunto, sin ningún proyecto detrás y que de haberse respondido aisladamente habrían pasado con más pena que gloria. Afortunadamente esa vía fue rápidamente desechada y la propia Convención se dio como objetivo elaborar un proyecto de Constitución que fuese la carta fundacional de la Europa política ampliada.

La historia demuestra que las Convenciones sólo triunfan cuando desbordan sus objetivos iniciales. Recodemos Filadelfia. Inicialmente sólo les pidieron que revisaran los tratados que habían creado la Confederación de las excolonias británicas y acabaron creando los Estados Unidos de América. Toda nuestra fe y nuestra confianza en la Conferencia. Lo que ha de venir, llegará. Y hacemos lo posible para que así sea, pero esa será otra etapa, la de la presión.

 

Segunda etapa: la presión y el papel de los medios

El Eurobarómetro (primavera 2021) refuerza claramente la idea de la oportunidad de la Conferencia y explicita las demandas ciudadanas de acometer cambios de calado. Una gran mayoría de españoles -76%- se considera favorable a la UE, pero sólo el 22% se considera partidario de la UE tal y como está y se ha desarrollado hasta ahora. Nada menos que un 54% exige cambios en ese proyecto en el sentido de dotar de mayores competencias a las instituciones comunitarias. El porcentaje en España está entre los diez más altos a nivel europeo, aunque la media agregada e los 27 refleja un 70% de apoyo a la UE (23% absoluto, 47% con necesidad de reformas). O sea que la exigencia de cambios es una constante entre los ciudadanos europeos. Hay que subrayar que incluso el 19%de los españoles se considera algo escéptico acerca de la UE, pero cambiaría su opinión si hay reformas de calado, y tan solo un 3% se opone frontalmente a la idea de la Unión Europea. En toda la Unión, el 23% se considera algo escéptico y un 5% se posiciona contra la idea de la UE.

Situados en esa dinámica de avanzar cuanto sea posible en el proceso de construcción europea, hacia una Europa federal, sin asumir riesgos innecesarios, por supuesto, es el momento de plantearse una estrategia mediática que haga aumentar la presión sobre la Conferencia que la haga lanzarse a retos más ambiciosos. El Movimiento Europeo lanzó en 2020 un libro para conmemorar el 70º aniversario de la Declaración Schuman y allí sugerí algunas claves y procedimientos para movilizar a la ciudadanía durante la Conferencia que ahora someto a revisión porque, iniciado el proceso de debate ciudadano, hemos podido atisbar algunas conclusiones:

 

  • Sigamos trabajando y proponiendo temas básicos relacionados con la gente, con los jóvenes, el planeta, asuntos llamados a transformar en positivo nuestras sociedades.
  • No aislemos el proceso de construcción europea del debate sobre otros enfoques para organizar el planeta; son dos líneas paralelas. Tenemos que poner en orden nuestra casa, pero necesitamos calles y plazas ordenadas para transitar.
  • La mejora o el impuso de la democracia europea cobra fuerza en los debates. Hemos visto decisiones políticas en algunos estados miembro que ponen en cuestión nuestros valores. Junto a esta iniciativa, la solidaridad europea y la armonización fiscal ganan puntos en la movilización ciudadana.
  • Hay que escuchar, entender a la opinión pública y que ellos nos entiendan a nosotros. Urge un ejercicio de pedagogía política y proponer relatos de contenido claro, emocional y honesto, con historias reales que apunten directamente a los ciudadanos.
  • Tenemos que movilizar a muchos actores nacionales para que sean ellos los que hablen de temas europeos y no los profesionales de la política o los gobiernos, siempre más cicateros en la osadía y presos de los directores de comunicación.
  • Los nuevos medios y las redes sociales están permitiendo relanzar los debates iniciados en una reducida reunión virtual. Hay que insistir en esa relación directa con los ciudadanos porque el resultado (y a la experiencia de Europa en suma en la Conferencia me remito) es ciertamente alentador y son muchas las propuestas de reforma que llegan una vez lanzadas las conclusiones provisionales a las redes.

 

Los medios convencionales difícilmente van a entrar en una primera etapa en los debates ciudadanos, pero hay que interesarlos en el proceso para que se vayan sumando a medida que la Conferencia avanza. Este podría ser el proceso de interrelación entre contenidos y medios propensos a unas u otras propuestas.

 

  1. Debate sobre el procedimiento. Son debates académicos aunque tengan un trasfondo político.  Son farragosos y carentes de atractivo para el gran público. Deberán seguirse en webs y blogs especializados en temas europeos. Es imposible que los medios convencionales generalistas puedan entrar en estos temas.
  2. La noticia del Conferencia. Que se haya inaugurado en Estrasburgo debería haber sido noticia porque durante los días previos todo estaba en el aire. Pero pasó desapercibida. Resulta llamativo que las grandes corporaciones de radiotelevisiones públicas estuvieran ajenas al acontecimiento. De las privadas, ni comento. Acepto que televisivamente hablando no era un gran espectáculo en tiempos del infoentretenimiento, pero los propios medios tiene margen y talento para hacerlo atractivo. No todo viene de Bruselas.
  3. El seguimiento de los debates. No hay sistematización de las propuestas -la web de la Conferencia es manifiestamente mejorable- y nadie sabe en qué punto estamos. Procede sugerir ideas y enfoques a los medios desde las entidades de la sociedad civil. Reportajear una sesión de debate, reflejar las propuestas de reforma, las redes y las nuevas ideas que suscitan puede tener interés. Pero no existe interés objetivo, porque el procedimiento será largo y confuso: hay que “vender” adecuadamente el producto.
  4. Las siguientes etapas de debate serán supervisadas por el Comité Ejecutivo de la Conferencia, que debe preparar sus reuniones plenarias, incluidas las aportaciones de los ciudadanos y su seguimiento. Este es un momento crucial en el que la voz de la sociedad de civil debe hacerse oír. Aquí sí conviene ejercer de fuente para que los medios hagan seguimiento de propuestas claves de impulso democrático y que pueden decaer en procesos de intermediación. Toca vigilar y advertir si sea adivinar actitudes dilatorias. E involucrar a los medios.
  5. La sociedad civil, como fuente en los plenarios. La sociedad de civil organizada deberá actuar de fuente en los plenarios. Dejar en manos de los portavoces de las instituciones la explicación de lo que ocurre en el interior, es posiblemente restarle vitalidad y encorsetar los debates por mor de un lenguaje tecnocrático e institucional. Hay que contar y hacer bandera de las propuestas de reforma que la ciudadanía haya lanzado para que no queden fantasmizadas en los debates. Incluso, si procede, acudir a la movilización digital para a ver oír nuestra voz.

 

En fin, como estamos en el Año Europeo del Ferrocarril, un proceso de largo recorrido con tramos en vía muerta, paradas de acceso a vía principal, averías y retrasos imprevistos. Quedémonos con esta secuencia de actuación: divulgar-agitar-multiplicar las redes europeístas-debatir-proponer-movilizar… y hacer que las Convenciones o las Conferencias desborden sus presupuestos iniciales. Ya se ha convertido en tradición. 

Pinit Fg En Rect Red 20
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