Europa, el club de la libertad
- Publicado: Lunes, 01 Junio 2015 06:11
- Escrito por Antonio Regalado. Bahía de Itaca
Se cumplen ahora 30 años de la incorporación de España al entonces Mercado Común europeo, hoy Unión Europea (UE). La Constitución Española del 78, que nos dotó de instituciones democráticas, posibilitó dicha integración en el Club de la Libertad más grande del mundo. La Carta Magna y los compromisos comunitarios han transformado nuestro país hasta convertirlo en uno de las grandes naciones del siglo XXI. España es el miembro más favorecido con los fondos europeos. Y por tanto, el que mayor grado de bienestar ha alcanzado en todas direcciones.
Nos hemos habituado a "depender" tanto de Bruselas que hemos creado un "déficit de comunicación" sobre Europa. Una asignatura pendiente que hay que aprobar cuanto antes en la escuela y en la universidad.
Nuestros jóvenes tienen que conocer el valor y el privilegio de ser europeos. Y el orgullo de pertenecer a un espacio geopolítico único donde, después de 20 siglos, el diálogo ha enterrado todas las guerras y la voluntad política y la solidaridad son las armas más potentes para encarar juntos el futuro.
Espacio de paz y libertad
Los 28 países de la UE – 509 millones de personas en 4,6 millones de kilómetros cuadrados- representamos hoy una filosofía de vida que es un ejemplo para el mundo entero. Tenemos una bandera con doce estrellas amarillas, símbolo de la armonía y el equilibrio; un himno (a la alegría) compuesto por Beethoven y una moneda única, (el euro), que abre puertas y tiende puentes en todas direcciones.
Solo considerando que en la Vieja Europa no padecemos ninguna guerra –si exceptuamos las de la antigua Yugoslavia- desde hace siete décadas, podemos entender en plenitud el valor de la paz. La UE es paz y libertad. Una geografía en la que se respetan los Derechos Fundamentes (el derecho a la vida, -está abolida la pena de muerte en todos los Códigos Penales-, a la libertad de expresión, de opinión, de religión, igualdad de sexos; derechos sociales (sanidad, educación, trabajo, paro, pensiones, dependencia…); libre circulación de personas, capitales, mercancías y servicios; gozamos de ciudadanía europea y de un Espacio Schengen que garantiza seguridad colectiva frente al terrorismo, el narcotráfico, la trata de personas o las mafias organizadas. La normativa europea nos permite disfrutar de un estado de derecho donde se puede vivir y trabajar en igualdad de condiciones, independientemente del lugar de origen de donde se proceda.
Más que un mercado
Las instituciones (Parlamento, Consejo, Comisión) son plenamente democráticas, elegidas directa o indirectamente por todos los ciudadanos. El presidente de la Comisión y sus comisarios también han pasado por las urnas con el plácet del Legislativo comunitario. Cada vez el déficit democrático institucional se va corrigiendo sustancialmente.
Pero la UE no es únicamente un mercado. No; las políticas sociales comunitarias afectan directamente a todos los ciudadanos y benefician más a lo más desfavorecidos. Ahí están los fondos de cohesión, los estructurales o la PAC (Política Agraria Común) que tanto hace por fomentar el progreso en el mundo rural propugnando una verdadera igualdad de oportunidades.
Esta Babel de 24 idiomas oficiales y cerca de 100 lenguas autóctonas protegidas es la más poderosa imagen de pluralidad. La cultura (el cine, el teatro) y la defensa del Patrimonio material e inmaterial son otros esfuerzos colectivos que nos benefician a todos. La energía y la informática son nuestros puntos más débiles por la dependencia exterior que conllevan respecto a Japón y EEUU; sin embargo, en medio ambiente y en trazabilidad de alimentos –conocer toda la cadena de manipulación desde el origen al consumidor- somos líderes mundiales. Y, además, en la puesta en marcha de energías renovables.
Cierto que nuestra política exterior no se corresponde con la de defensa, ésta aún poco vertebrada. No obstante, Amparados en el paraguas de la OTAN ya estamos coordinando acciones armadas en el Sahel sin protección directa estadounidense. Algo hemos conseguido ya: ser ciudadanos libres con un pasaporte único.
Solidaridad
La solidaridad es una seña de identidad común. Nuestra ayuda al desarrollo se acerca al 0,6 % del PIB comunitario (sobre unos 145.000 millones de euros en 2015) mientras la asignatura pendiente del desafío inmigratorio, la estamos aprobando poco a poco, solidariamente, con los seres humanos que huyen del hambre y del ISIS, que tras vencer el miedo al mar miran esperanzados a la tierra prometida de Italia, Malta y España.
En el territorio UE, pese a todas las crisis, tenemos el lujo de no pasar hambre. Mucho queda por hacer todavía. Las ampliaciones quizás se hayan precipitado. Algunos países aspirantes a entrar en Bruselas como Turquía producen recelo y desconfianza. Nadie acierta a poner fronteras a la UE. ¿En Ucrania?, ¿en Bielorusia?, ¿en Israel?, ¿quizás la propia Rusia podría ser socio europeo en el futuro? Ensanchar la libertad y la democracia no tiene límites. Con políticas de integración y solidaridad todo es posible.
Tres décadas de progreso
España cumple XXX años en el club más exclusivo del mundo: el club de la Libertaf Ha sido el país más beneficiado económicamente. Hoy disfrutamos de las autopistas y de los ferrocarriles (AVE) más modernos del mundo. Este año seremos contribuyentes netos, es decir, solidarios con otros países con menores recursos. Claro que no faltan las tensiones. Es el caso del desafío griego. O del referéndum británico. Pero la voluntad política permite seguir construyendo, paso a paso, un mundo más justo y solidario. Grecia, Roma y la Iglesia católica (democracia, derecho y humanismo) han vertebrado una integración que no tiene marcha atrás.
Gracias a la iniciativa de EUROPA EN SUMA las escuelas, institutos y universidades laborales españolas están abriendo sus puertas de par en par para explicar por qué Europa es necesaria; y los jóvenes están encantados de engancharse a las becas ERASMUS + para que aprendan, conozcan y se entiendan con otros jóvenes europeos, americanos y asiáticos y practiquen la tolerancia. Para que se sientan españoles y europeos sin complejos y para que no olviden que mañana, con esfuerzo y oposiciones, eso sí, ellos pueden ser líderes y trabajadores cualificados de la Unión. Unos funcionarios bien formados, pagados y considerados, que, por encima de su nacionalidad, tienen siempre presente que los principios y valores de la unidad, la paz y la libertad son la columna vertebral de los futuros Estados Unidos de Europa. Unos valores permanentes que cinco minutos después de terminar la II Guerra Mundial, soñaron Adenauer, Schuman, de Gasperi, Spinelli, Monet, Spaak y Churchill.
Con Europa, más allá de la crisis, más allá de la globalización, tenemos voz propia en el mundo. Europa no es solo un sueño de los Padres Fundadores; Europa es el el camino; un camino sin retorno.