Sí. Tenemos que reconocerlo. En el sur de Europa no paramos de tildar a los alemanes de nazis. Y en Grecia, en particular, de equiparar a la señora Merkel con el terrible Adolf.
El hecho es que cada años cientos de miles de jóvenes del sur, desde Portugal a Grecia, se van a Alemania. ¿Para afiliarse al partido nazi? ¡Nooooooo! Para buscar un empleo en la locomotora económica europea que no les proporciona el simpático y relajado sur. El invitado a esta tertulia, Enrique Barón, ex presidente del Parlamento Europeo, se enfrenta con el enunciado inmediatamente. A mí, asegura, me parece más importante saber a qué jugamos nosotros. La señora Merkel, recuerda, recibió a los sindicatos españoles muchos meses antes de que lo hiciera Rajoy. El Bundestag (cámara baja del Parlamento alemán), sigue diciendo, ha debatido la situación de la economía española, cosa que no se ha hecho en el Congreso. A mí, añade, la postura del gobierno español me plantea muchos interrogantes.
Sobre el “europeísmo” de Alemania, Barón recuerda que en la Grundgesetz, ley fundamental alemana de 1949 o Constitución, la base de la democracia de la nueva República Federal, se hace una mención expresa a una Europa unida, cosa que no recoge la Constitución española. Es decir, subraya, los alemanes se reorganizan no sólo a nivel nacional, sino como europeos. Alemania, comenta el veterano político socialista, buscó la competencia entre empresas, desmantelando los viejos Konzern, los gigantescos grupos empresariales nazis; creó la cogestión, el diálogo entre los interlocutores sociales, un Tribunal Constitucional independiente y un Banco central, el Bundesbank, que fue junto con la moneda, el Marco, el pilar del milagro económico.
Barón indica que la caída del muro de Berlín, en 1989, aceleró los planes, lentos hasta entonces, para la integración monetaria y se llegó al euro.
Hay que recordar, sigue diciendo, que cuando nadie hablaba de crisis, a comienzos de la década pasada, el entonces canciller socialdemócrata Gerhard Schroeder “podó” el sistema de bienestar alemán y hubo una huída de inversiones hacia los países del sur, con lo que nació una burbuja de dinero fácil cuyo estallido estamos viviendo, todavía. Hoy, en plena crisis, tenemos que recuperar la confianza, dice Barón; parece que ya no nos acordamos de cómo era Europa o España hace unas décadas o de crisis anteriores.
Y, lo importante, subraya, no son las personas sino las instituciones. Es muy peligroso lo de tildar a la señora Merkel de nazi. Tras un Consejo Europeo, la canciller acude al Bundestag a informar, algo, repite, que no sucede en España. Y eso es muy grave. Pero, ¿por qué no se da más tiempo a España y a otros países para rebajara el déficit?, se plantea en la tertulia, ¿por qué esa insistencia alemana en una austeridad que puede resultar asfixiante? Porque no podemos hablar sólo de Europa, responde Barón; tenemos que tener en cuenta la globalización, lo que hacen otros países, como China.
Es necesaria la austeridad, señala Barón. Sí, pero eso no debe ser incompatible con el crecimiento. Mientras se atisba una luz al fondo del túnel, que parece ser más largo de lo que pensábamos, los simpáticos países del cálido sur, como ahora Chipre, seguiremos echando la culpa a “los otros” de nuestras deudas, de nuestras burbujas y de gastarlo que no tenemos. Y si hemos hecho algo mal, nos confesamos y en paz, que para eso somos católicos. Una ventaja que no tiene el norte industrial, frío y protestante.
Ah, y rico.