¿Qué está en juego en las elecciones europeas?

Artículo publicado originalmente en Esglobal.

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Los comicios de finales de mayo se celebrar en medio de una crisis sin precedentes de escepticismo y desapego respecto al proyecto europeo.

Entre el 22 y el 25 de mayo de este año se celebrarán las elecciones al Parlamento Europeo. A renglón seguido, y por primera vez en la historia de la Unión Europea, los europarlamentarios elegidos decidirán con sus votos quién será el presidente de la Comisión. Una de las nuevas competencias que tendrá a partir de ahora el Parlamento, mediante las que tratará de convertirse de verdad en la Cámara que represente la voluntad de los ciudadanos europeos, más que la de los propios partidos o de los Estados.

 

Los anteriores comicios, en 2009, se celebraron en los primeros escalones de una crisis económica que aún no había comenzado su andadura por las tinieblas, iniciada con el rescate a Grecia en abril de 2010. Cinco años más tarde, llegan estas nuevas elecciones en medio de una crisis sin precedentes de escepticismo y desconfianza ante el proyecto europeo. A día de hoy, la principal fuerza en el Parlamento es el Partido Popular Europeo, con 274 escaños de un total de 766.

 

Quiénes votan, qué se vota.

Están llamados a votar 413 millones de europeos en los 28 países que conforman la Unión, tras la incorporación de Croacia el  pasado 1 de julio. Se trata, por lo tanto, de uno de los eventos democráticos de mayor envergadura en el mundo, sino el mayor. Los votantes decidirán quiénes ocuparán los 751 asientos que conformarán la nueva Eurocámara. España mantiene en estos comicios los 54 diputados reconocidos en el Tratado de Lisboa de 2007. Nos encontramos ante los primeros comicios desde que el 1 de diciembre de 2009 entrara en vigor dicho Tratado, que concede al Parlamento muchas más competencias de las que tenía con anterioridad. Esta institución, ahora presidida por el socialista alemán Martin Schulz, ya ha hecho uso de estas nuevas competencias. Por ilustrar con un ejemplo, el año pasado vetó un plan urdido por la Comisión de apoyo a ciertos cultivos transgénicos. Tras las elecciones europeas, el presidente de la Comisión deberá ser elegido por el Parlamento.

 
Sostenibilidad futura de Europa y retos globales

Dos crisis atraviesan la UE, entrelazadas entre sí: la económica y la de legitimidad ante el ciudadano y, por lo tanto, como ente representativo de los europeos. Esto hace que la supervivencia y vigencia del proyecto europeo no sea sólo una cuestión económica sino, sobre todo, política e ideológica. Por lo tanto, también tendrá que ver, y mucho, con cómo afronte la UE decisivos problemas futuros: la lucha contra los paraísos fiscales y el fraude fiscal, el cambio climático, la sostenibilidad energética, la reforma laboral, el enfoque de las políticas sociales, las políticas europeas de protección social, sanitarias y científicas o la incorporación de nuevos países como Turquía, Albania o Serbia. En la medida en que fracase con estos asuntos, el desapego será mayor; en tanto que tenga éxito, el proyecto europeo volverá a ganar adeptos a la causa. De momento, la Unión Europea quiere hacer que quiere poner toda la carne en el asador y no se está andando con medias tintas. Por ello, entre otras cosas, el pasado enero la Comisión lanzó el proyecto científico más ambicioso de la historia de la Unión: Horizonte2020, además del plan europeo contra el cambio climático y por las energías limpias. ¿Mero papel con buenas intenciones o habrá hechos concretos? La próxima legislatura será la encargada de ofrecer las respuestas.

 
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La Eurocámara en su sede de Estrasburgo.

Olivier Morin/AFP/Getty Images

Los candidatos de los principales partidos

El plazo para que los partidos europeos determinen su candidato es de seis semanas antes de las elecciones. Sin embargo, de los principales partidos en liza, todos, salvo el Partido Popular Europeo (PPE), han elegido ya candidato.El PPE lo hará en su congreso del 7 y 8 de marzo en Dublín. Suenan con fuerza el ex presidente del Eurogrupo, el luxemburgués Jean-Claude Juncker, el primer ministro irlandés Enda Kenny y el jefe del Ejecutivo finlandés, Jyrki Katainen. En cuanto al Partido Socialista Europeo (PSE), su candidato será Martin Schulz, desde 2004 presidente del Grupo Socialista Europeo y desde enero de 2012 presidente del Parlamento Europeo. Por parte de la Alianza de los Liberales y Demócratas por Europa (ALDE), el candidato será el ex primer ministro belga Guy Verhofstadt. El Partido Verde Europeo eligió en enero mediante las primeras primarias abiertas paneuropeas, en las que cualquier ciudadano pudo votar a través de internet, a sus dos candidatos: el activista francés José Bové y la alemana Ska Keller. Actualmente, estos cuatro partidos tienen 612 de los 766 escaños del actual Parlamento Europeo. Con todo, las encuestas indican ahora que el PPE y el PSE perderían escaños en detrimento de otras fuerzas menores, lo que podría dinamitar el bipartidismo que impera en la Cámara europea. Por otro lado, esto mismo podría conllevar el riesgo de una cierta ingobernabilidad, por resultar una Cámara excesivamente poliédrica. Y esto podría ser un obstáculo para el funcionamiento del que será el Parlamento Europeo con más competencias de la historia.

 

Desafección ciudadana, eurofobia y el temor a la extrema derecha

Estos comicios serán un termómetro para testar el calado de la desafección ciudadana ante el proyecto europeo. A examen también se someterán las dos consecuencias más temidas por los dirigentes de la UE: por un lado el sentimiento de eurofobia y, por otro y relacionado directamente con esto, el posible aumento de los votos a los partidos de extrema derecha. Estos, que han visto en la crisis un territorio más que adecuado para atraer votantes, han hecho ya una causa común: la presidenta del Frente Nacional francés, Marine Le Pen, y el líder de la extrema derecha holandesa, Geert Wilders, han urdido una alianza con la que buscan lograr los 25 escaños que les permitirían tener un grupo propio en el Parlamento. Han dejado claro que entre sus objetivos será combatir la inmigración y el propio Wilders ha afirmado lindezas como que la UE es un “estado nazi” (sic). En cuanto a los euroescépticos, o directamente antieuropeos, las encuestas prevén un alza en partidos de este tipo no sólo en Reino Unido, un clásico en este apartado, sino especialmente en Irlanda y, sobre todo, en Grecia, debido a las duras medidas de austeridad impuestas por la UE en sus respectivos rescates. Si algo puede hacer ingobernable el proyecto europeo es que se produzca una escalada de estos partidos.

Los jóvenes, la clave del futuro del proyecto europeo

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Manifestante sostiene una pancarta en la cumbre alternativa de desempleo juvenil en Berlin en julio de 2013.

Carsten Koall/Getty Images

 

Vivimos una época de enorme agitación en la historia de Europa. Lo dice el propio Parlamento Europeo en su página web dedicada a las próximas elecciones de mayo. Esa “agitación” ha sido sin duda provocada por la crisis económica y las impopulares políticas aplicadas por la UE para tratar de resolverlas. Pero frente a esto, la casualidad ha querido que los comicios se celebren en las semanas previas a la conmemoración del primer centenario del estallido de la Primera Guerra Mundial. Un acontecimiento ante el que la UE emerge como el proyecto de una Europa unida, plural, de progreso y, sobre todo, en paz. Entre ambas pulsiones se desarrollarán unas elecciones que, con todo, nunca han sabido atrapar la atención y el interés de una amplia mayoría de la población europea. En especial de los jóvenes que en la actualidad les afecta con dureza la crisis, sobre todo, por el elevado nivel de desempleo: casi el 24% de paro en la zona euro para los menores de 25 años frente al 12% de desempleo del total de la población. Ya en las pasadas elecciones de 2009 sólo votó, en toda Europa, un 43% de los llamados a las urnas y sólo el 29% de los jóvenes de entre 18 a 24 años. ¿No acabarán siendo los jóvenes de hoy los euroescépticos de mañana? Una posible respuesta afirmativa a esta pregunta es lo que quiere evitar la UE. Aunque, según las encuestas, sólo un cambio de rumbo en las políticas europeas (más sociales, más ciudadanas, más participativas) podrían evitarlo.

 

 

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