Hablamos con Joaquín Almunia sobre los grandes y y complejos desafíos que afronta el proyecto europeo
Las imágenes de los representantes británicos abandonando sus escaños en el Parlamento Europeo el pasado 29 de enero, y diciendo adiós a su trabajo y a la presencia de su país en la cámara, fueron vistas con un inevitable sentimiento tristeza por cualquier europeísta con sensibilidad. Y eso que hacía ya meses que, pese a los deseos y las esperanzas de muchos, la marcha del Reino Unido se consideraba irrevocable: mucho antes incluso de que las elecciones casi navideñas le dieran a Boris Johnson una victoria abrumadora y previsible.
Ahora coincidiendo con la negociación (frenética, por falta material de tiempo, y tremendamente compleja) sobre las relaciones entre Gran Bretaña y la UE en la nueva situación, se abre para la Europa de los 27 una etapa de consolidación de lo alcanzado y de búsqueda de respuestas a los cambios radicales y a los múltiples retos que plantea el futuro inmediato. Los nuevos gestores de los órganos de poder de la Unión, especialmente la nueva Comisión y el Parlamento Europeo, parecen poner muchas esperanzas en la llamada Conferencia sobre el Futuro de Europa, que debe abrirse oficialmente en junio próximo en Dubrovnik, aún bajo la presidencia semestral de Croacia, y que se prevé que se prolongue dos años. Para los trabajos de esa conferencia, se quiere “dar voz a los europeos” y “juntar en pie de igualdad a las instituciones y a los ciudadanos, con una presencia importante de los jóvenes y la sociedad civil”.
Para hablar de esas perspectivas, de esos retos y de la manera de abordarlos, contamos con la presencia de Joaquín Almunia, en una de las últimas charlas de Europa en Suma. El exministro y antiguo comisario y vicepresidente de la Comisión Europea, dice ser optimista, pero también realista, y no utópico, según matiza, sobre el futuro de la Unión y su papel en el mundo.
Almunia comienza diciendo que Europa necesita mano de obra, y que la baja demografía de los países de la Unión es un grave problema de difícil solución para las próximas décadas. Frente a las reacciones populistas, emocionales y xenófobas él considera que la emigración es algo necesario y es parte de la solución, aunque puntualiza tiene que ser una emigración regulada, que no le haga el juego a las mafias. Pero ese es solo uno más en la “amplia gama de desafíos” que Europa tiene ante sí, y que hasta ahora ha abordado “de forma mediocre” en su opinión. Sobre ellos debería decidir esa Conferencia que se anuncia como trascendental.
Vivimos en una Europa envejecida, rezagada y sin liderazgo en cuanto a tecnología y sin una voz potente frente a las superpotencias del momento, China y Estados Unidos, dice Almunia, recordando que la América de Donald Trump ya no es un aliado fiable. La OTAN es considerada “obsoleta” por el propio Trump (el presidente francés, Macron, ha llegado a decir que se encuentra “en muerte cerebral”), y no está nada claro que la Alianza vuelva a ser lo que fue, sea quien sea el inquilino de la Casa Blanca. Pero Europa tiene que ocuparse activamente de las crisis de África y de la situación en el sur del Mediterráneo. Plantear una acción exterior más eficaz y cohesionada tendría que ser, en ese sentido, una de las grandes claves de la Conferencia sobre el Futuro de Europa.
Luego están los eternos problemas políticos, internos, de la Unión: la toma de decisiones y la representatividad de las instituciones europeas a los ojos de la gente, de los ciudadanos. Dice Almunia que la falta, o el déficit, de confianza no es tanto respecto a Europa como respecto a la política en general, porque los gobiernos siguen siendo los que toman las decisiones esenciales en la UE.
Al margen de las incertidumbres políticas en países como Alemania (especialmente tras la crisis en el seno de la CDU, el partido de Merkel) o Francia (donde el dilema parece estar entre el partido de Macron y la ultraderecha), el gran foco de inestabilidad sigue siendo Italia, con su economía que no crece, su deuda gigantesca y sus sistema financiero, frágil y vulnerable, según la visión de Joaquín Almunia. Con las dudas de Alemania, y tras la marcha de Gran Bretaña, el protagonismo de Francia crece visiblemente. El presidente Macrón sigue lanzando iniciativas de impulso a la construcción europea, tengan eco o no entre los demás socios. Es dudoso que Francia pueda liderar por sí sola ese impulso al proyecto europeo, y muchos se preguntan, comenta Almunia, por qué España no ocupa un lugar de más relieve: el que le correspondería por tamaño y situación, especialmente tras el adiós del Reino Unido. La postura del actual gobierno de Madrid, según las informaciones que se han filtrado últimamente, parece ambigua, cuando menos, en ese terreno.
Entre los que hacen suyo el proceso de unidad de Europa hay quien destaca que la salida de Gran Bretaña ha contribuido a reforzar la cohesión de los 27 que permanecen, porque los británicos eran, en muchos terrenos, un lastre y un freno a esa voluntad de constituir una auténtica unión y de actuar y trabajar políticamente por ello. Y algunos han expresado incluso un sentimiento de alivio, por considerar que, en cualquier caso, era mejor clarificar la situación que prolongar un panorama interminable de duda e indeterminación, con una Gran Bretaña que se iba pero no terminaba de irse. Consultado al respecto Joaquín Almunia no ve tan claro que la marcha británica traiga más cohesión entre los que se quedan: ha habido unidad hasta ahora, pero esa postura cohesionada podría agrietarse a lo largo de la durísima y difícil negociación que se avecina, piensa él.
¿Pedirá el gobierno británico que se amplíe el plazo para negociar si, como se teme no hay acuerdo antes de que concluya el 2020? Almunia no se pronuncia sobre la cuestión: “Boris es imprevisible”.
La crisis económica del año 2008 y siguientes afectó al proyecto europeo y, sobre todo, a las posibilidades de poner en marcha la unión económica y monetaria. Y al respecto, Joaquín Almunia destaca que se buscaron y se encontraron soluciones para los países de fuera del Euro, pero no para la zona que funcionaba con la moneda única.
Evaluando las experiencias, la operatividad y los resultados de lo que fue la Estrategia de Lisboa, lanzada a comienzos de este siglo (que debía poner en marcha en Europa “la economía del conocimiento más competitiva y dinámica del mundo”), y lo que dieron de sí, más tarde, los trabajos y los objetivos de la Convención para el Futuro de Europa, Almunia afirma rotundamente que la Unión tiene que ser consciente de lo mal que se han abordado en general los problemas políticos, económicos y sociales. Y, de cara a la Conferencia que ahora se anuncia, piensa que lo que hay que hacer es buscar soluciones (eficaces y certeras, se entiende), pero sin cambiar necesariamente artículos de los tratados ni modificar los grandes textos. Y considera que la Conferencia puede ser útil para plantear los problemas, pero no tanto para marcar las soluciones: eso es más difícil, y no se hace con aportaciones masivas.
Y sobre el posible ingreso de nuevos miembros en la Unión, el ex vicepresidente de la Comisión cree que no se puede cerrar la puerta a la ampliación, pero que, a la vista de lo que ha supuesto el ingreso de alguno de los actuales miembros, “tampoco se debe favorecer artificialmente la ampliación”.
Almunia cree que Europa va a registrar avances en áreas concretas, especialmente en la lucha contra el cambio climático. Debería haberlos también en apartados relacionados con la tecnología puntera, la Inteligencia Artificial o la economía digital, con sus debidas regulaciones. Y en cuanto a Defensa y Seguridad, espera que se den pasos adelante, aunque no cree que sean “grandes zancadas”.
Pronto hará cuatro años del referéndum que David Cameron estaba seguro de ganar, y con el que creía que podría dejar atrás para siempre (?) la controversia interna sobre la presencia británica en el proyecto europeo.
A estas alturas, no obstante, la mayoría de los análisis inciden en lo que Europa pierde con la marcha de los británicos, no ya por lo que va a suponer para el presupuesto y para los planes de la Unión el final de la aportación de Londres, sino en términos de peso económico global, de presencia internacional y capacidad de influencia, de defensa europea (solo queda Francia como gran potencia militar), de población, etc. Pero prácticamente todos anticipan también que será la propia Gran Bretaña la que más sufra las consecuencias de su decisión.
Sobre este último aspecto, Joaquín Almunia venía a coincidir con esa previsión. “Es de esperar -comentaba-, que al Reino Unido no le vaya mejor fuera de la Unión Europea que dentro.”
https://europaensuma.org/noticias/693-los-problemas-de-la-union-europea-se-han-abordado-mal#sigProGalleria387c846bde