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Jürgen Habermas recogerá el Nobel en nombre de la UE

Publicado por El Páis

http://blogs.elpais.com/.a/6a00d8341bfb1653ef017ee42b365f970d-pi

Por desgracia, el titular no es verdad. Pero podría serlo si se sumaran a esta propuesta. Me explico. La concesión del Nobel de la Paz a la UE me parece, sorpresa, una magnífica idea. Son, como han dicho los miembros del Comité Noruego del Nobel (de la Paz), nada menos que “seis décadas de contribuciones al avance de la paz y la reconciliación, la democracia y los derechos humanos en Europa”. Sin duda que la Unión Europea es el proyecto institucional más innovador de la historia: la creación de un espacio político supranacional, con normas comunes, derechos y libertades que trasciendan las rígidas fronteras territoriales estatales y las rígidas fronteras mentales que marcan las identidades es algo inédito, y de tener éxito, transformará (ya lo ha hecho parcialmente, al menos dentro de Europa) irreversiblemente nuestra manera de entender la política y las relaciones internacionales.

Pero dado el lamentable estado en que está el ideal europeo, cosa que el Comité no ha olvidado señalar en su nota de prensa (Europa está en máximo de desempleo y de desafección ciudadana - véase mi columna del viernes 12 de octubre - Europa año V d.C), me opongo frontalmente a que cualquiera de sus múltiples presidentes (de la Comisión, del Consejo o del Parlamento Europeo) se presente en Oslo a recoger el premio.  ¿Se imaginan lo aburrido y previsible que sería la ceremonia? O peor aún, ¿se imaginan que en aras de equilibrio institucional, fueran los tres, Barroso, Van Rompuy y Martin Schulz, los que fueran a recogerlo?

Por eso quiero proponer que en su lugar vaya un octogenario, Jürgen Habermas. Habermas representa con toda perfección el ideal cosmopolita de Europa, el empeño en construir una democracia posnacional, una democracia que no esté basada en las identidades, sino en los derechos y en una ética común. Habermas diría cosas relevantes, no se refugiaría en lugares comunes ni caería en la autocomplacencia. Es más, seguro que, a juzgar por las cosas suyas que hemos leído últimamente, sacudiría las conciencias europeas con una acerada crítica de las miopías y los egoísmos nacionales, algo que necesitamos urgentemente si queremos sobrevivir con dignidad a esta crisis.

Nos dicen de Habermas que está “muy enfadado, totalmente furioso, sí, porque se lo toma todo como algo personal. Da un golpe en la mesa y grita: "¡Basta ya!". Simplemente no quiere ver cómo Europa acaba en el cubo de la basura de la historia mundial” (Jürgen Habermas, “El último europeo”, PressEurope, 2 de diciembre de 2011). Su último ensayo (“Sobre la Constitución de Europa”, editorial Trotta) versa precisamente sobre el secuestro de la democracia europea por la tecnocracia y el “alejamiento de los políticos europeos de los ideales europeos” (véase aquí un resumen del texto), así que nada más oportuno. Nada mejor que un alemán para enseñarnos lo mejor de Alemania y que nos olvidáramos por un rato aunque fuera de Merkel y compañía y que celebráramos que no hay un país más ejemplar, más generoso y que haya logrado una transformación tan completa y tan sincera como Alemania.

Quizá, aunque esto ya sería rizar el rizo, podría ir de la mano del hombre que inspiró el nombre de este blog, George Steiner- ¿Se imaginan? ¿Dos octogenarios, incluso nacieron el mismo año, en 1929, uno alemán y otro judío, recogiendo ese premio en nombre de Europa?  Hace unos meses, a su paso por Madrid, el expresidente brasileño, Lula da Silva, sorprendió a la audiencia al decir que lo logrado por la UE era “patrimonio de la humanidad” y que, por favor, no lo dejaran destruir. Quizá Lula también podría sumarse …

¿Lo mejor de este Nobel? Que nos ha dado inspiración para seguir preocupados y comprometidos con el proyecto europeo. Premiar una idea es difícil, pero no será en un blog de ideas donde se cuestione lo importante que son.

Sesenta lenguas minoritarias europeas luchan por sobrevivir

Por Raúl Solís,  publicado originalmente en Euroxpress.

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«En ocasiones, la gente me pregunta si los idiomas importan de verdad en la era de la globalización. Mi respuesta es simple: el día en el que, en Europa, se dejen de hablar todas sus numerosas lenguas será el día en que Europa, como idea y como proyecto, deje de existir». La frase es de la comisaria europea de Multilingüismo, Androulla Vassiliou, con motivo del Día de las Lenguas, que la UE acaba de celebrar. La realidad es muy distinta. Las lenguas minoritarias de Europa luchan por su reconocimiento contra muros sociales, culturales y políticos.

Más allá de las 23 lenguas que la UE reconoce como oficiales, hay 46 millones de europeos, cerca del 10 por ciento, que hablan 60 lenguas consideradas «minoritarias o regionales». Algunas de estas lenguas gozan de un nulo reconocimiento por los propios Estados-nación. Sólo 9 Estados de la Unión consideran cooficial una o más lenguas distintas a la nacional: Italia, España, Finlandia, Bélgica, Reino Unido, Irlanda, Luxemburgo o Malta. Si bien es cierto, en Bélgica más que cooficialidad lo que existe es una división político-lingüística que puede acabar con la división real de Bélgica en dos países.

Francia, Bulgaria, Grecia y Polonia son los Estados más restrictivos con el multilingüismo y no aceptan la oficialidad de ninguna de las lenguas minoritarias que se hablan en sus territorios estatales. La Unesco cifra en 30 las lenguas minoritarias europeas que corren serio peligro de quedar extinguidas en no muchos años. Algunas de ellas ya están en estado vegetativo. Como el romaní, lengua del pueblo gitano que sufre la misma estigmatización que la etnia gitana. Sólo en Finlandia es oficial el habla del pueblo gitano.

Esta misma situación de agonía vive el yidis que hablan las comunidades judías de Centroeuropa. El extermino de los nazis contra los judíos acabó también con la lengua de los judíos centroeuropeos. El lombardo, lengua minoritaria de la región italiana de Lombardía, también agoniza ante la total desprotección del Estado italiano. Además de España, en otros tres Estados de la UE está reconocido el multilingüismo. El inglés comparte oficialidad con el gaélico en Irlanda y con el maltés en Malta; Luxemburgo reconoce tres idiomas oficiales, luxemburgués, francés y alemán; y en Finlandia los finlandeses se pueden dirigir a sus instituciones nacionales en finés, finlandés o sueco.

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