La eficaz respuesta de la Unión Europea (UE) a la crisis sanitaria, económica y social provocada por la COVID-19 puede y, en mi opinión, debe ser un acelerador de las reformas de todo tipo que necesita el edificio comunitario desde hace tiempo.

Conviene subrayarlo, porque seguramente se mantendrá una tesis contraria: si con los instrumentos establecidos en el Tratado de Lisboa hemos sido capaces de gestionar un reto como la pandemia, al que nunca se había tenido que enfrentar la Europa unida desde su nacimiento, ¿para qué buscarle tres pies al gato?

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Los días 22 y 23 de octubre se ha celebrado el segundo pleno de la Conferencia sobre el Futuro de Europa (CoFoE) en Estrasburgo, el cual tuvo mucho más interés y repercusión que el primero celebrado hace más de cuatro meses, concretamente el 18 de junio. Esto se debe, especialmente, a que estaba más preparado, asistieron por primera vez los representantes de los paneles ciudadanos y prácticamente todos los miembros del plenario que, tras la ampliación, son 449. Estos lo hicieron en su gran mayoría de forma presencial y, en menor medida, participaron de forma telemática. Hubo diversos actos tanto de tipo organizativo como la iniciación de la actividad de los nueve grupos de trabajo. También se celebraron reuniones de caucus como la del Movimiento Europeo o la del Grupo Spinelli, donde hubo más de 100 participantes.

El domingo conoceremos los resultados de las elecciones generales alemanas.La bola de cristal se ha ido empañando al final de la campaña, y nadie tiene la certeza de la victoria de Olaf Scholz. La remontada de la CDU en las últimas horas, con la entrada en campaña de Angela Merkel en ayuda del pálido Laschet, lastrado por la división interna con la CSU; las incógnitas del voto por correo y de los indecisos, con 3 millones de jóvenes nuevos votantes, puede estrechar el margen de cinco puntos de ventaja que hasta hace días beneficiaba a Scholz.

Pase lo que pase, el SPD sale de una pesadilla, cuando naufragó en las elecciones anteriores con tan solo el 20% en el Bundestag.Los Verdes, pese a la presencia de Greta Thunberg, han perdido gas, debido a los plagios y los traspiés de su joven candidata Annalena Barbock, que ha pasado de una propuesta ecológica radical a una apuesta por la vía moderada en el último debate electoral. Los liberales del FPD se mantienen como cuarto partido, más proclives hacia la derecha.Y La Izquierda (Die Linke) perderá muchas plumas (la mitad de sus escaños, con dificultades para superar la barrera del 5% ) y en competencia por el mismo espacio que los ultras de la AfD en los territorios del Este, aunque estos últimos seguirán aislados por el cordón sanitario impulsado por Merkel.

Sorprende la paradoja de la proclamación de Scholz como “el mejor heredero de Merkel”, y los ataques a la Presidenta por los suyos, que la acusan de un supuesto sesgo hacia la socialdemocracia.

Con todo, Merkel conserva su simpatía en Europa y en Alemania, donde es vista como la “Mutti”, la madre severa y justa de la Europa de siempre y de sus valores, el timón antifascista, y la mujer acogedora de los cientos de miles de refugiados que han llegado a las fronteras alemanas.

Pero el futuro inmediato de Alemania depende de la coalición que gobierne, máxime en un Parlamento fragmentado en siete partidos.Está descartada la vieja fórmula de la Gross Koalition CDU-SPD y las negociaciones apuntan a otras posibilidades, en función de los escaños que los partidos en liza obtengan con el sistema proporcional.

El Frankfurter Allgemeine publicaba este viernes un sondeo en el que el SPD obtendría el 26% (+5%), la CDU 25% (-8%), los Verdes 16% (+6%), el FDP 10% (casi lo mismo), Die Linke 5% (-4%) y la AfD 10% (-2%).

Se barajan distintas opciones, según los colores de las banderas:

La coalición Jamaica (SPD,V, Linke), improbable por la desconfianza congénita de socialdemócratas y verdes con los poscomunistas; la coalición Kenia (SDU, FDP y V), igualmente improbable por el giro derechista de los liberales; la coalición Semáforo (SPD, V y ámbar FDP), y una fórmula de la que pocos hablan, pero que podría tener su oportunidad: un gobierno minoritario(SPD, V) con apoyo parlamentario de Die Linke.

Mientras tanto, Merkel seguirá al frente del gobierno en el interregno, posiblemente durante bastante tiempo.

Aunque en la campaña apenas se ha mencionado a Europa, la UE puede ser la víctima propiciatoria. Sin Merkel, faro y motor del proyecto europeo, la heredera será la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, que comparte los valores europeístas que propugnaba la presidenta de Alemania, del mismo partido. Esperemos que la inercia del gobierno anterior mantenga el impulso europeo.

Las elecciones coincidirán con el referéndum de expropiación de grandes propietarios de viviendas en Berlín, aunque el Tribunal Constitucional ya tumbó la decisión berlinesa de congelar los alquileres durante cinco años y de establecer un tope a los precios.

A la incertidumbre de las elecciones alemanas seguirá la confusión caótica de las presidenciales francesas en la primavera. Hoy por hoy se baraja un duelo entre un debilitado Macron y la eterna segundona Marine Le Pen, que cada vez más se parece al ciclista Raymond Poulidor frente al campeón Jacques Anquetil. Además, aLe Pen le ha salido un contrincante aún más derechista como un grano en salva sea la parte.

Será interesante la participación de candidatos como el comisario Barnier y la alcaldesa de París, Anne Hidalgo. Por lo demás, la izquierda está pulverizada entre burócratas, verdes aún verdes e insumisos alocados. No está mejor la derecha en pugna interna por sus ambiciones y deseos baldíos de poder.

El mazazo, o “puñalada por la espalda”, que ha supuesto para Francia en particular y para toda la Unión Europea en general, el acuerdo trilateral AUKUS (acrónimo en inglés de Australia, Reino Unido y Estados Unidos), otorga la necesaria dosis masiva de realidad a una Europa que no acababa de admitir su inexorable reducción a un papel periférico y a una cierta irrelevancia en el nuevo orden mundial que se está conformando.

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