Por unas elecciones para votar un verdadero gobierno europeo

Manifiesto elaborado por los tres expresidentes españoles del Parlamento Europeo

Europa está viviendo momentos decisivos para su existencia conforme al proyecto histórico y al espíritu que animó a nuestros Padres Fundadores, cuya esencia reside en la superación de los particularismos, la cooperación para hacer frente a los retos del futuro , la defensa de la libertad, la democracia, el imperio de la ley y la solidaridad,

En este año en  que la Unión promueve la Ciudadanía Europea, hacemos un llamamiento  a los 500 millones de conciudadanos europeos de los 28 Estados que componemos esta Comunidad Política para que  renueven su convicción en la Unión Europea, porque es la única solución a los padecimientos que arrastramos tras seis años de la mayor crisis sufrida desde su fundación.

Los más de 25 millones de europeos sin trabajo, entre los que hay una generación de jóvenes, que, aun estando cualificados, no encuentran empleo, necesitan no sólo esperanza sino la solución pronta a esta indignante situación. No podemos tolerar que se extienda por más tiempo la pérdida de valores que hacen posible una convivencia en libertad, justicia e igualdad.

Las respuestas que hasta la fecha han dado las instituciones europeas, constituyendo pasos importantes, no son suficientes y,  sobre todo.  no son lo rápidas que requiere la situación para solucionar los problemas de los ciudadanos. No podemos perder el futuro en un mundo que cambia a velocidad digital mientras nosotros lo hacemos al ritmo burocrático del siglo pasado.

Debemos recuperar, en primer lugar, el legítimo orgullo de haber puesto en marcha un proceso histórico de convivencia reconocido con el Premio Nobel de la Paz y de haber superado la división europea derribando el vergonzoso muro que condenaba a muchos de nuestros países a la tiranía.

Sin prepotencia alguna, es legítimo el orgullo de haber derribado fronteras, de tener una moneda común y de contribuir de modo muy importante a la ayuda de los más desfavorecidos de nuestro planeta.

Para ello es necesario demostrar al mundo que la Unión nos hace más fuertes, que la práctica de nuestros valores puede superar, las amenazas del populismo, los riesgos que suponen las propuestas de secesión de nuestros Estados y las amenazas de los radicalismos extremistas que minan la convivencia y arrastran a los más jóvenes a la violencia, y, también, la situación de atonía, paro y desesperanza, mediante el impulso de  la necesaria recuperación.

Extracto del discurso apertura curso académico 2013-2014 del Colegio de Europa

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En 2013 se conmemora el sexagésimo-cuarto aniversario de la primera promoción del Colegio de Europa. Y para realzar tal efemérides me pareció sugerente volver la vista atrás y recordar a aquel gran europeísta que fue el promotor  y uno de los fundadores de este Colegio. Me refiero a mi compatriota, D. Salvador de Madariaga.

Nacido en 1886 -el mismo año, por cierto que Robert Schuman- Madariaga fue un pensador profundamente comprometido con Europa. Pero no con cualquier Europa, sino con aquella que se alzó sobre los escombros de una terrible guerra y comenzó su andadura a partir de la Declaración de 1950.

Una Europa asentada en la reconciliación franco-alemana para salvaguardar la paz en nuestro continente. Una Europa sustentada en un sistema político fundado en los principios de libertad, tolerancia, pluralismo y respeto a los derechos fundamentales. Una Europa basada en la economía de mercado como fuente de crecimiento, progreso y bienestar.

Una Europa como unidad de base cultural cuya identidad surgió de la confluencia de dos grandes tradiciones: la socrática, que exigía libertad de pensamiento y la cristiana, que demandaba respeto para la persona humana por el solo hecho de serlo.

Las Electricas “engordan” el recibo de la luz en cinco mil millones de euros al año.

Tertulia de Europaensuma sobre el mercado tocado de la energía en Europa

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En los últimos quince años, el precio de la luz en España se ha duplicado en términos reales, y además los consumidores españoles debemos a las compañías eléctricas cerca de treinta mil millones de euros. El oligopolio formado por las cinco grandes empresas multinacionales que dominan el sector condiciona las decisiones del gobierno y obliga a pagar a los ciudadanos un sobreprecio cercano a los cinco mil millones de euros al año. Las claves de una regulación claramente perjudicial para el conjunto de la población han sido desveladas por dos especialistas del sector –el economista Jorge Fabra y el ingeniero Juan Temboury- en la tertulia de noviembre de Europa en Suma.

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La capacidad de presión de las compañías sobre el Gobierno es una constante, aseguran los ponentes, desde el año 97, y sus intereses económicos (y políticos) lastran de modo dramático el recibo de la luz y la independencia energética de España. El sistema de fijación de tarifas otorga a los productores de determinadas fuentes de energía, la nuclear y la hidroeléctrica, ingresos que llegan a multiplicar por diez sus costes reales; esos desmesurados beneficios explican en parte la paradoja de que los consumidores españoles soporten los precios más elevados de Europa, y los recibos crezcan sin parar incluso en medio de la crisis más profunda de la historia reciente.

La nueva 'normalidad': ¿crecimiento con millones de parados?

Artículo publicado originalmente en Huffingtonpost

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Dicen los economistas que salir de la recesión significa romper la caída del PIB consecutiva durante al menos dos trimestres, y a eso andan agarrados como lapas algunos responsables políticos.

Arguyen, además, que el 0,1 % de crecimiento registrado en los últimos tres meses medidos viene acompañado de noticias positivas en las exportaciones o el crecimiento del número de turistas. Aunque olvidan, eso sí, que otros parámetros esenciales como la demanda interna siguen de capa caída o que continúa habiendo (más allá de las fluctuaciones de la última EPA) casi 6 millones de parados.

Pero la desmemoria selectiva referida a esas magnitudes no es la más grave. La más fastidiada se refiere a que muchos tienen en mente (porque todavía no lo verbalizan, ya tendrán tiempo para hacerlo) una salida de la recesión, primero, y de la crisis, después que nos lleve a otra normalidad (con cursiva) económica y social distinta a la que conocíamos.

Esa nueva normalidad sería la de un país en crecimiento que mantuviera una enorme cifra de paro de forma permanente. Es más, el crecimiento sería posible gracias a una cantidad de desempleados que se contaría por millones.

Gracias a ese paro, se conseguiría de la manera más simple y brutal alcanzar una competitividad en los costes de producción (con salarios y condiciones salariales a la baja) que nos permitiría exportar más sin necesidad de recuperar la demanda interna.

Por supuesto, los desempleados (cuyas prestaciones irían disminuyendo con el paso del tiempo) no serían siempre los mismos porque las modalidades de contratación y la facilidad para el despido terminarían provocando que un porcentaje cada vez mayor de trabajadores pasaran por las oficinas del paro periódicamente a la largo de su vida, como en una noria sin fin.

Un cada vez más lejano horizonte de jubilación (ahora hay quien ya habla de los 70 años) y un estado del bienestar cada vez más débil y progresivamente privatizado completarían la citada nueva normalidad a la que se verían condenados los países del sur de de la UE como España, pero que -nadie lo dude- terminaría extendiéndose como una mancha de aceite a otros estados ricos.

La pregunta se hace evidente: ¿es compatible esa nueva normalidad con el modelo social europeo que ha formado parte del pacto básico alcanzado en nuestros países en las últimas décadas? A mí no me caben dudas: NO.

Se me ocurre un segundo interrogante: ¿hasta qué punto la política de austeridad a palo seco impuesta por la derecha alemana al resto de la UE pervivirá en el Gobierno de gran coalición que empieza a negociarse en Berlín?

Mucho de lo que nos pase en el futuro está en manos del SPD alemán y de su capacidad para hacer entender a sus próximos futuros socios que el negocio más rentable no siempre es el que rinde beneficios a corto plazo, sino el que los asegura para siempre. La UE es de los segundos. La austeridad como un fin en sí mismo, de los primeros.

Porque ¿quién les asegura que la sociedad aceptará la nueva normalidad de algunos sin más?

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